Por: Víctor Cortés Zapata
Llegamos a este mundo a cumplir distintas misiones, en la medida que vamos tomando responsabilidades. Luego del nacimiento a la vida después de esos ideales y cálidos nueve meses en el vientre materno, emergemos angustiados al desconocido ambiente físico en que nos desenvolveremos hasta que la luz de nuestra existencia se mantenga prendida y la preciada llama se extinga. Estando en el cénit de la escala zoológica, al nacer somos los organismos biológicos más incompletos y menos autosuficientes, de modo que el proceso para transformarnos en la persona que somos, es largo e incierto. Dependemos del amoroso rol que juegan nuestros padres en el cuidado de que se cumplan a cabalidad las distintas etapas de las primeras fases de nuestro desarrollo vital. Cumplida la adolescencia, cada cual será el artífice de su propio destino.
Siendo contemporáneos, conocí a Guillermo Foncea Orellana como compañero de colegio cuando cursaba primera o segunda preparatoria del Instituto Chacabuco. Esa circunstancia de estudio junto a otras relacionadas con la práctica deportiva infantil de fútbol amateur- uno de esos equipos era el Unión Lautaro-, mantuve un recuerdo de vivencias compartidas, las que se reactivaron al constituirse una historia familiar común que nos convirtió en abuelos de la pareja de nietos mayores para ambas familias, los que hoy, finalizadas sus respectivas carreras, entregan su aporte social en el campo de la salud.
Cada circunstancia familiar que le tocó enfrentar, así como desde la educación y formación de los hijos como también de ayuda a los nietos, y la de responsabilidad laboral en los distintos campos en que la ejerció, Wilie la vivió ética y honestamente con clara disposición de servicio. Hogareño y cercano afectivamente a cada miembro de su familia, fue un padre presente, preocupado del destino de cada uno de sus tres hijos quienes llegaron a sentir orgullo agradecido de su función paterna. Mantuvo el ideal de los esposos que se quieren, siempre juntos en todo momento y circunstancia. Como abuelo tremendamente cariñoso ,en su estilo sobrio, disfrutó de cada uno de sus cuatro nietos. Como aspecto no menos relevante de su historia personal, y dotado de habilidades futbolísticas, jugó como titular en el Trasandino, habiendo sido ponderado su paso en el querido equipo local. El deporte constituyó una de sus pasiones.
Me voy a quedar con el hermoso recuerdo de nuestro grato encuentro, en uno de los últimos meses del año pasado, cuando fui a comprar pan candeal y Wilie iba con una lista, al almacén de don Domingo, frente a los Padres Pasionistas. Como pocas veces, nos abrazamos cariñosamente, y compartimos un sensible momento que ahora se constituye, para mí, en un hecho inolvidable
Cumpliste todas tus misiones , querido Willie, te echaremos de menos y sobre todo, tu ejemplar vida deja un recuerdo perdurable.
Adiós, querido amigo.