El aporte femenino al desarrollo humano

El aporte femenino al desarrollo humano

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Por: Claudia Tarud, directora Instituto de Ciencias de la Familia, Universidad de Los Andes

La sociedad actual ha sido testigo de grandes modificaciones sociales, una de ellas es el cambio de rol de la mujer, que ha dejado la exclusividad de la esfera privada para incorporarse al mundo del trabajo. Este hecho constituye una de las grandes revoluciones de la organización social actual, ya que no sólo ha impactado el funcionamiento al interior de las familias, sino que ha modificado la forma de concebir el mercado laboral.

Del prototipo “mujer cuidadora y hombre proveedor” hemos evolucionado hacia una concepción inclusiva en que los ámbitos personales, familiares y laborales deben conversar entre sí con el objetivo de convertirse en espacios adecuados para el desarrollo humano, tanto de hombres como mujeres.

La pregunta que cabe es ¿cómo podemos generar espacios propicios para el desarrollo? Las respuestas pueden darse desde diversas perspectivas, y una reflexión es el aporte que la mujer puede hacer al mundo laboral, que va de la mano al del hombre en el espacio privado.

Hombre y mujer somos iguales en dignidad y derechos, pero somos diferentes en modalidad. En la diferencia está la riqueza que permite el complemento que siempre da frutos más acabados y comprensivos. La mujer, con su capacidad de diálogo, su atención peculiar por las personas, su habilidad de trabajo colaborativo puede aportar espacios más humanizantes y ecológicos, que no anulan la vida personal y familiar, sino que se caracterizan por que la permiten e incentivan. Esto por la firme convicción de que una persona no puede desplegar su capacidad y creatividad, sin un desarrollo integral que incorpore todos los aspectos relevantes de la vida.

El trabajo con horarios largos y rígidos, con espacios fijos, evaluados por el tiempo, más que por los objetivos que se logran, con pocos beneficios extrasalariales, debe evolucionar hacia una organización más flexible que permita una mejor conciliación de la vida personal, familiar y laboral. En la actualidad, el trabajo femenino ha presionado a que se incorporen, en algunas empresas, políticas, beneficios y servicios que permiten a los colaboradores mejorar su calidad de vida. En este sentido la mujer ha sido un motor de cambio en la organización del trabajo, y las generaciones más jóvenes van en la misma dirección. La vida personal es relevante y el trabajo debe permitirla si se quiere retener y atraer talentos, bajar la rotación y generar una mayor fidelización de los colaboradores.

En conclusión la mujer es necesaria en la empresa, en la política, en el servicio social, etc., quiere y debe estar allí. La pregunta que sigue es ¿y la familia, quién se hace cargo del funcionamiento del hogar, la educación de los hijos, el cuidado de ancianos y enfermos? La respuesta va de la mano del hombre. La cultura laboral requiere a la mujer, y la familia debe abrir sus puertas al hombre que tiene derecho a ocuparse activamente de ella.

Trabajo y familia son ámbitos propicios para el desarrollo humano y social integral, hombre y mujer somos corresponsables de este desafío. El trabajo que hay que hacer es arduo, pero ya hay bastante siembra que comenzar a recoger.

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