Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
“Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido…
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera,
también hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera”.
(Antonio Machado
Los versos destacados en letra negrita, además de su belleza literaria, ofrecen una idea muy certera para hablar con mucho cariño de la ancianidad. Porque no es raro el ver “florecimiento”, en esta edad tercera de la vida. El otoño de la vida, la ancianidad, no ha de ser por principio, la edad triste y del desencanto.
Puede y debe ser:
El tiempo de la madurez,
el tiempo gozoso de la recogida de frutos,
el tiempo de gozar de un descanso merecido,
el tiempo y la edad de un “florecimiento interior”.
Sin embargo, nunca ha sido fácil envejecer. El hombre siempre ha sentido un cierto miedo y nostalgia, cuando se acerca al ocaso de la vida. Hoy, igual que antes, la llegada a la ancianidad es un momento crítico y difícil de asimilar.
El saber envejecer, va a depender del mismo anciano, de la familia y de la sociedad. Fijándonos solamente en la parte que corresponde a la persona anciana, el arte de envejecer significa:
•Prepararse para recibir la vejez sin complejos: sabiendo que es una etapa natural de la vida. De la psicología del anciano depende, en buena parte, que éste sepa envejecer.
•Ser fieles a la ancianidad. Aceptar con gozo ser frutos, y no pasarse la vida envidiando a las flores.
•Jubilación profesional, pero no de ser personas. Ha de evitar el aislamiento, la queja amarga, la tristeza, el sentirse inútil, etc…
•No obstaculizar la realización de la familia. Dejar que sus hijos vivan su vida familiar y no entrometerse en ella.
•Ser tolerantes consigo mismos y con los demás. La experiencia de una larga vida debe favorecer la tolerancia, la comprensión y la amabilidad.
•Ser agradecidos. El dulce reconocimiento de la gratitud, debe estar siempre presente en la vida de los ancianos.
Estimados amigos de la tercera edad: Ustedes son personas dignas de respeto, de ayuda y de comprensión como cualquier otra persona. Y su dignidad personal no decae ni con los años, ni con la enfermedad. Ustedes siguen siendo, a pesar de todos los pesares, importantes en la vida familiar y social.