Por: José Ramón Toro Poblete, profesor Liceo Max Salas Marchán
El silencio y la mentira en la política son una especie de agujero negro que se traga toda ilusión, esperanza, confianza de un pueblo que, curiosamente, cifra sus esperanzas en quienes son sus políticos. El silencio y la mentira, son los grandes aliados de la corrupción que escandalosamente ha golpeado las puertas de nuestra sociedad, viéndose sacudida por las noticias, comentarios, acusaciones, defensas, querellas y tanto más.
Hay un viejo dicho que reza así; “la mentira nunca vive lo suficiente para llegar a vieja”, porque tarde o temprano será sacudida y destrozada por la verdad. A lo más, en su existencia, buscará disfrazarse de una falta, evitando ser reconocida como un delito. Quienes se ven involucrados en ella, cínicamente desafiarán a la opinión pública y, defenderán las instituciones para tomarse el tiempo y tratar de esconder la mentira. ¡Dejemos que las instituciones funcionen!, dirán.
Bien sabemos que, es la palabra la que define al hombre, la palabra lo da a conocer pero, esta palabra llamada a transportar la verdad, también sirve y soporta la posible mentira que, lo único que hace es deformar una verdad para propia conveniencia y del poder del cual se aferra y que goza de modo transitorio. El fraude, el delito tributario, la evasión expresada y concretada en una factura fraudulenta y adultera (que es la verdad), el hombre la deforma y poética y hermosamente le llama; factura ideológicamente falsa. Pero, insisto, la mentira nunca vive lo suficiente para llegar a vieja.
Ahora bien, las verdades políticas no son científicas, tienen mucho de subjetivo y, una de las realidades que la hacen subjetivas son las ideologías y sus interpretaciones que defienden cada verdad. Sin embargo, la exigencia moral dentro del ámbito político, clama silenciosa en las conciencias para que cada persona defienda y exponga su verdad de modo honrado, transparente y alejado de cualquier tipo de manipulación. Y, ¿eso se da en nuestra realidad latinoamericana y en Chile? Sabemos que no ha sido así y que no es así.
Un caso ejemplar son los usos de las encuestas o el manejo y medición del IPC que la ciudadanía; como tiene otro sistema de medición llamado “No me alcanza el sueldo”, constata que esa cifra se maneja artificiosamente en aras de un bien mayor que se llama economía, inflación, ajustes económicos y desarrollo de un país. Sabemos que es una verdad no del todo transparente y, los argumentos para demostrar su no transparencia serán tan técnicos que la ciudadanía se conformará con esa no verdad y tratará de seguir viviendo a pesar que su modo de medir es simplemente el “No me alcanza el sueldo”.
No podría dejar fuera de esta reflexión un tipo de verdad que se logra en base al poder y, es la llamada verdad hegemónica, es decir; el poder de grupos políticos, grupos del empresariado o grupos de gran solvencia económica, harán que el hombre, incluso el de escasos recursos económicos, acepte como suyo el “sálvese quien pueda” que pertenece al concreto ámbito empresarial cuando un negocio va camino al fracaso. La oferta y la demanda, por otro lado, sustentada por el libre mercado; busca transformar en una verdad necesaria y hegemónica para que “las gentes” el consumir, el tener más para ser más sea una necesidad imperiosa e incuestionable y, hasta legítima como sinónimo y signo de prosperidad siendo parte del llamado “grupo de los emergentes y emprendedores” (jamás se les llama grupo de los deudores). La gratuidad en la educación, promesa que ha tenido muchas dificultades de ser cumplida, es una promesa transformada en verdad hegemónica pero mal sustentada y eso que, en un momento tuvo dividendos políticos, hoy es un malestar, apatía, desconfianza, desilusión y violencia.
Complicada es la realidad de la verdad en política, cuando ésta se debe confrontar con otra realidad que es la opinión pública (política), cuando se debe enfrentar entre un sólido razonar versus una grande elocuencia. El grande elocuente, fácilmente es capaz de transformar algo verdadero en otra verdad y logra convencer con esa “otra verdad” que es parcial (una mentira) a la ciudadanía. Por ejemplo, las defensas que se hacen y las declaraciones ante una serie de acciones reñidas con la justicia, con el buen actuar y la honradez en el campo de la política. Derechamente me refiero al uso del dinero y de recursos, (Facturas falsas y caso CEMA Chile últimamente) donde un hecho se trata de transformar en opinión (usando las redes sociales) y, en otras muchas opiniones permitiendo que la verdad “verdadera” termine siendo postergada a un rincón de la historia, de la política y de la justicia o, lo que es peor, que “las gentes”, caigan en el campo de la duda y se pregunten, sin lograr encontrar la respuesta: ¿Quién dice la verdad?
Y, es así que, sin pecar de simplista, hay una verdad latente en la ciudadanía frente a la verdad en la política y en los políticos. La ciudadanía busca al Bueno, al Malo y al Feo, con cierta avidez y ansiedad, concluyendo que; ¡La verdad, es que nadie dice la verdad!
Y, eso no es Bueno, sino que muy Malo y muy Feo.
Que sea feliz.