Por: Gabriela Carmona Sciaraffia, arqueóloga, Investigadora de la línea de Patrimonio del Centro de Investigación en Turismo y Patrimonio, CITYP.
Hoy quiero señalar por qué es importante proteger al cerro Mercachas -ubicado en la provincia de Los Andes- de la instalación de cualquier elemento tecnológico en su cumbre, siendo enfática en la necesidad de su conservación como patrimonio natural, cultural e inmaterial para los habitantes andinos, como hito del paisaje y por sus potencialidades científicas en el campo de la arqueología y de la arqueoastronomía.
El cerro Mercachas, llamado también cerro de la Mesa por su morfología, tiene una altura de unos 1.600 m.s.n.m. y unos 400 metros sobre el nivel de los valles. Debido a unas estructuras de piedra encontradas en su cumbre y alrededores, ha sido investigado por numerosos arqueólogos desde la década de los setenta.
En un primer momento las ruinas se atribuían a la presencia de una fortaleza o pukarade época incaica (1450-1536 d.C.) o anterior. Hacia fines del siglo XX, las interpretaciones de las estructuras arquitectónicas se ampliaron para considerarlas, además de un pukara,una waka o lugar sagrado para los incas, hipótesis también respaldada por su toponimia, ya que el nombre Mercachas, proveniente del quechua, quiere decir velador, guardador o protector.
Finalmente, nuevos estudios, iniciados el 2008 por un proyecto Fondecyt y el proyecto “Inca ritual activities and landscapes in Southern Andes”, apoyado por la Wenner Gren Foundation y el Programa Ramón y Cajal del Ministerio de Economía y Competitividad de España, permitieron llevar a cabo excavaciones arqueológicas sistemáticas, definiendo las estructuras y su contexto asociado, como Complejo Arquitectónico Cerro Mercachas (CACM), la instalación más extensa del Tawantinsuyu en la zona.
El Complejo se encuentra delimitado por un muro perimetral que encierra un área de más de 120 mil metros cuadrados, reconociéndose 43 estructuras de piedra y 13 bloques de arte rupestre. La totalidad del contexto arquitectónico se asocia al período Tardío o Inca, de acuerdo a las técnicas constructivas, la evidencia material y las dataciones absolutas.
Las interpretaciones anteriores, que señalaban que este Complejo sería un pukara, fueron desestimadas debido a la ausencia de cursos de agua cercanos y el aislamiento del cerro con respecto al resto de la cuenca superior del río Aconcagua y las zonas de cultivo. Por tanto, se trataría de una waka (del quechua wak’a), concepto para referirse a las divinidades, deidades, cosas sagradas y las ofrendas presentadas al sol, a las grandes cordilleras y nevados, todo lo singular o lo sobre natural. Este centro ceremonial habría sido instalado por el Tawantinsuyu como mecanismo de legitimización simbólica de la ocupación del territorio, eligiendo el cerro Mercachas por sus características particulares.
Las evidencias de esta ritualidad estarían representadas por una parte, en la espacialidad y movilidad que se produce al interior del Complejo, marcando un ingreso, un sector medio y uno final, concentrándose en el centro los recintos de mayor tamaño para una mayor congregación de personas. Por otro lado, las observaciones astronómicas, realizadas desde algunas estructuras, indican orientaciones significativas, como la vista en el amanecer del solsticio de diciembre (verano en el Cono Sur) del Cerro Aconcagua (principal waka incaica de la región), lugar por el que aparecen las Pléyades.
Además de las potencialidades en el ámbito científico (arqueología y astronomía), se hace urgente y necesaria la protección integral del cerro Mercachas por sus significativos patrimonios. Su patrimonio ambiental, al constituir un hito en el paisaje local, visible desde toda la cuenca de San Felipe-Los Andes y, a su vez, con una amplia visibilidad desde su cumbre que abarca toda la cuenca del río Aconcagua y la visión directa del cerro Aconcagua, principal waka incaica de esta región del Collasuyu. Su patrimonio astronómico, que da cuenta de prácticas de observación estelar ancestrales, relacionadas con las fechas más importantes de la ritualidad incaica. Su patrimonio histórico-cultural, relevante en los estudios etnohistóricos que reconstruyen el devenir del territorio desde el período incaico y la llegada de los españoles, hasta nuestros días. Y su patrimonio inmaterial, representado por las actuales comunidades del valle del Aconcagua que siguen utilizando el cerro para peregrinaciones y celebraciones, además de prácticas específicas como los Bailes Chinos, reconocidos por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en el año 2014.