Por: René León Gallardo, Historiador. (Primera Parte)
El 21 de mayo de 1879, constituye para todos los chilenos un gran motivo de orgullo y emoción frente al sacrificio del capitán de fragata don Arturo Prat Chacón y de la mayor parte de la tripulación de la corbeta Esmeralda en un acto de sublime heroísmo que marca con letras de oro la Historia de nuestra Patria.
En la hermosa carta que, el hidalgo marino peruano almirante don Miguel Grau Seminario, dirigiera a la viuda de nuestro héroe, le expresa:
“En el combate naval del 21 próximo pasado, que tuvo lugar en las aguas de Iquique, entre las naves peruanas y chilenas, su digno y valeroso esposo, el Capitán de Fragata don Arturo Prat, Comandante de la Esmeralda, fue, como usted no lo ignorará ya, víctima de su temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su Patria”.
¡Qué muestra de caballerosidad e hidalguía del máximo héroe naval de la República del Perú!. El almirante peruano reconoce -en un gesto que lo ha hecho siempre merecedor del homenaje y admiración de los chilenos -la valentía y heroísmo del capitán Prat.
El ilustre marino chileno fue consecuente con esa verdadera oración del deber que constituye su arenga:
“¡Muchachos, la contienda es desigual, pero ánimo y valor. Hasta el presente ningún buque chileno ha arriado jamás su bandera; espero, pues que no sea ésta la ocasión de hacerlo. Por mi parte yo os aseguro que mientras viva tal cosa no sucederá, y después que yo falte, quedan mis oficiales, que sabrán cumplir con su deber!”.
Estas palabras vertidas con la voz firme y conmovida del comandante de la nave, por la seriedad del momento que se viviría, fueron recordadas por el guardiamarina Vicente Zegers quien, en carta a su padre desde su prisión, relató lo que, tal vez sea la versión más completa del glorioso encuentro naval. Esta versión de la famosa arenga, es ligeramente diferente a la del segundo comandante de la nave, Luis Uribe.
Prat como líder realizó su papel a cabalidad. Toda la tripulación cumplió con su deber. Todos, oficiales, clases, marineros y soldados, combatieron hasta el fin sin claudicar frente a un enemigo inmensamente más poderoso. Sin duda, una rendición no habría sido mal comprendida por los chilenos teniendo en cuenta la superioridad abrumadora de las fuerzas navales enemigas. El jefe chileno no trepidó en presentar formal combate sabiendo que tenía las mayores posibilidades de ser aniquilado dado el gran poder de fuego, velocidad, blindaje y desplazamiento de las naves peruanas Huáscar e Independencia. La Manca Vieja, como la llamaba el Dr. Manuel Francisco Aguirre -médico andino cirujano del blindado Cochrane- se hundió con el pabellón nacional al tope.
Generalmente, los andinos, por cierto, nos hemos conmovido con este hecho que, además de lo trágico, significó encender en el pecho de todos los chilenos el espíritu de victoria que culminaría con la derrota del Perú, en Chorrillos y Miraflores. Sin embargo, pocos conocen que entre esa pléyade de héroes, cuatro hijos de esta tierra participaron en la gloriosa gesta de la rada de Iquique. ¡Pocas ciudades pueden decirlo!. (continuará)