Por: Luis Oro Tapia, Politólogo y académico U.Central
La sequía se ha transformado en un problema político, pero no las causas de ésta. No todas las causas de la escasez hídrica son naturales. El resecamiento de la tierra también puede ser provocado por la acción del hombre.
La actual calamidad es la concreción de un desastre anunciado. Las advertencias no escasearon. Geógrafos, climatólogos y ecólogos la venían anticipando desde hace décadas. Sus palabras cayeron en oídos taponados por mezquinos intereses.
Los grupos ecologistas se ensañan con las compañías mineras. Pero la minería no es, actualmente, la causante de la aridez. Las faenas mineras deben cumplir con ciertas exigencias ambientales mínimas; no así las labores agrícolas y de pastoreo. Los ambientalistas no advierten que una de las causas humanas del proceso de desertificación es la histórica sobrepoblación de caprinos en el Norte Chico.
El Estado no ha hecho nada por limitar dicha sobrepoblación. Por el contrario, los crianceros durante tres décadas han sido beneficiados con regalías y asignaciones de dinero estatal.
La organización más compleja que ha creado el hombre para contener y prevenir los males es el Estado. Pero en el caso de Chile quienes gestionan el Estado (los políticos) no han hecho nada por mantener a raya el mal que deseca la vida. Por el contrario, lo han radicalizado. Los políticos de la región de Coquimbo tienen una dosis de culpabilidad en el deterioro del medio ambiente, en el avance de la desertificación y, finalmente, en los daños que está causando la falta de agua.
Los políticos son responsables de las buenas políticas públicas que conciben, gestionan y ejecutan. Pero son culpables de las omisiones, descuidos y malas decisiones que toman. Y si toman decisiones a sabiendas de que son malas, no son ni inocentes ni estúpidos, son perversos. Puesto que las decisiones políticas tienen un carácter vinculante, una mala decisión tiene un potencial de devastación gigantesco; debido al número de personas (no sólo a las que están vivas, también a las que están por nacer) a las cuales puede afectar la insensatez, la torpeza o la perversidad de los políticos.
En una sociedad que se precia de tener juicio político, la discusión también debería girar en torno a la culpabilidad de quienes contribuyeron a radicalizar las causas no naturales de la sequía.