Por: Rafael Videla Eissmann
La sagrada tierra de los selk’nam, de los chiles, de los araucanos, de los mapuche y de los dihuitas –entre otras culturas cuyos orígenes se remontan a la aurora del tiempo–, conformó el paisaje venerado y por lo tanto, defendido, pues allí se encontraba el alma de estos pueblos. Esto también fue conocido por el antiguo pueblo chileno –fusión de los godos y los “hombres de la tierra” como bien lo observara el Doctor Nicolás Palacios, el genial autor de “Raza Chilena” (1904)–, que preservó ese amor y devoción, plasmado en el culto a la Virgen del Carmen, evocación de una antiquísima tradición a la Matria-Patria.
Todo esto hoy se ignora. Se diluye en las aguas del globalismo que es en realidad, la ejecución del Plan Kalergi y la descomposición de las tradiciones culturales occidentales como consecuencia del sistema político-económico-social basado en el interés del dinero y la usura y el astuto discurso de los títeres de turno sobre el “multiculturalismo”, la inmigración y el “progreso” que significará en nuestro caso el fin del Chile tradicional que nuestros antepasados forjaron y nos heredaron.