Por: Dr. Denis Panozo
Una de las consecuencias del aumento de peso, y peor la obesidad, es la degeneración grasa del hígado, cuya prevalencia en la población es elevada y puede evolucionar hacia un proceso inflamatorio seguido de cirrosis o cáncer.
La patogénesis de este trastorno se produce por la acumulación excesiva de triglicéridos (grasa) en los hepatocitos (células del hígado), desencadenando una cascada de cambios necro inflamatorios (muerte e inflamación) y dilatación de estas células, esta agresión conduce a la fibrosis y finalmente a la cirrosis, aún cuando el paciente no haya sido un consumidor de alcohol crónico.
Es extremadamente difícil establecer la evolución natural de esta enfermedad, por suerte, debido a que una vez hecho el diagnóstico, el curso de la enfermedad puede cambiar dramáticamente por el tratamiento médico y los cambios en el estilo de vida. Por otra parte, el diagnóstico de la enfermedad puede pasar desapercibido, o ser diagnosticada como cirrosis erróneamente de causa desconocida, y no ser tratada adecuadamente. Por lo cual comienza dañarse en forma irreversible el hígado y establecerse una cirrosis o cáncer hepático.
Los cambios en el estilo de vida es lo principal que tenemos que lograr para revertir este mal. Debemos cambiar nuestros hábitos alimentarios, en calidad y cantidad, es decir debemos cambiar todo los alimentos que contengan azúcar y harinas, adiós dulce, bebidas gaseosas, queques, tortas, empanadas en exceso que generan la formación de los famosos triglicéridos, y solo debemos comer una marraqueta al día como pan. Además debemos regalarnos un tiempo para iniciar una serie de ejercicios regulares que nos permita fortalecer nuestros tejidos, como es el caminar, bicicleta, nadar. A veces es necesario ayudarnos con algunos medicamentos, cuando este mal está más avanzado
ES NECESARIO QUE ESTE MAL SILENCIOSO QUE VA EN AUMENTO SE LOGRE PEZQUIZAR PRECOZMENTE.
