Por: Dr. Enrique Oyarzún, ginecólogo y obstetra Clínica Universidad de los Andes
Los cambios vividos por la mujer han sido muy grandes, desde originar el fuego en torno al que se reunía la familia, en la prehistoria, hasta sus múltiples roles actuales como hija, esposa y trabajadora, además de madre.
Los gineco-obstetras, a diferencia de otras especialidades, vemos casi exclusivamente pacientes femeninas, a las que además acompañamos por años. Eso nos permite ser testigos privilegiados de las numerosas diferencias que existen entre las mujeres y los hombres, además de algunas conocidas, como su mayor esperanza de vida. También muestran mayor tolerancia al dolor y a la frustración, mayores capacidades para salir adelante en situaciones complejas (divorcios, problemas económicos, enfermedades y muertes), y han sido responsables de muchas decisiones importantes que han modificado la historia.
Sin embargo, en el mundo existen otros problemas que afectan a las mujeres y de los que no tenemos la debida conciencia: 40% de los nacimientos se producen sin ayuda de personal capacitado; 15 de cada 100 mujeres que se embarazan desarrollan complicaciones con riesgo vital; más de 300.000 mujeres mueren por embarazo y parto cada año; 1 de cada 4 reporta violencia física y sexual; 2 millones sufren mutilación de sus genitales en África y Asia, y una de cada 3 porta una infección de transmisión sexual.
Las mujeres también sufren la penalización del don de la maternidad, castigado por los ambientes sociales y laborales, y manifiesto también en la falta de reconocimiento a las madres que se dedican sin reservas a su familia y que están dispuestas a soportar cualquier esfuerzo y sacrificio. Cabe recordar que en 2014 Facebook y Apple ofrecieron a sus empleadas la posibilidad de congelar óvulos para tenerlos “jóvenes” y disponibles cuando quisieran ser madres a edades avanzadas, de modo de poder aprovechar al máximo su edad productiva. Igualmente, muchos gobiernos aceptan subvencionar costosas terapias de fertilidad para su disponibilidad masiva a diferentes edades, pues suponen que es bueno invertir en educar a la población respecto a que es mejor la maternidad a edades mayores.
Nuestro país ha cambiado significativamente. Nuestras mujeres tienen menos de dos hijos y luchan por encontrar el equilibrio entre sus numerosos roles. Los riesgos para el embarazo y parto, reducidos en nuestro país y comparables a los de países más desarrollados, tienden hoy a aumentar por la mayor edad a la que se busca el embarazo, mayor cantidad de embarazos con fertilización asistida, mayor número de operaciones cesáreas, y mayor coexistencia de patologías como obesidad y otras.
Por otra parte, las mujeres están conscientes de que los progresos médicos pueden asociarse a efectos negativos, como excesiva medicalización del proceso reproductivo y aumento de las operaciones cesáreas y sus complicaciones consecuentes.
Con los antecedentes mencionados, resulta fácil entender que en el año 2000, en la Cumbre del Milenio, cuando las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales establecieron los objetivos del desarrollo del milenio, 5 de los nueve objetivos tenían que ver con salud materna e infantil.
En esta época, donde muchos se preguntan sobre la evolución de la familia, y sobre nuevas definiciones de lo que llamamos familia, será la mujer nuevamente quien establezca los equilibrios para compatibilizar sus múltiples roles dentro de la sociedad. La realización plena de lo humano solo puede realizarse a través de la femineidad.