Por: José Ramón Toro Poblete, profesor
El número 11 (once) sugiere una serie de imágenes, sensaciones, emociones que se sientan en el living de nuestra memoria individual, social y política. (hay otras más…)
Si pienso en el número once de la camiseta azul que usó Leonel Sánchez, a muchos les evocará alegría, gozo, recuerdos de juventud, al papá o abuelo que le habló de este recordado jugador de la Universidad de Chile y de la selección del 62’. Fue el primer jugador que se “apropió de un número” como puntero izquierdo. Era el Once. En muchos, entonces, la memoria individual estará tomada de la mano de las personas con quienes asistió al estadio, a las distintas situaciones (campeonato nacional o a la Copa Mundial), desplazándose entre diferentes grupos y experiencias creando una gran variedad de contextos de su memoria individual. Son verdaderas pero, parciales, subjetivas. Y, con ellas construye una historia que relata.
Ahora bien, el número Once en un contexto diferente, se ubica en la memoria social que se genera a partir de experiencias vividas por grupos sociales (calle, población, colegio, universidad, grupos de amigos, mega eventos o festivales, ciudad, país..) y se mantiene viva mediante el relato hablado u oralidad en grupos de modo espontáneo. Se produce en grupos, incluso alimentándoles creando un fuerte lazo social. Por ejemplo los encuentros entre ex compañeros de un determinado colegio o liceo.
También ese número Once, nos podrá remitir (si pienso en los atentados a las torres gemelas) a una hora determinada (mañana), a personas determinadas con las que se vio la noticia e imágenes en directo por la Tv. Incluso, esta memoria social, nos podría orientar a las expresiones faciales de quienes estaban a su lado, sus exclamaciones, sus juicios o condenas en el momento, la expresión de pavor e incredulidad. Y, con ellos podrá reconstruir el momento, mediante una conversación…, es el relato hablado.
Por último, el número Once, nos puede referir a la memoria política que está asociada a intenciones, a hechos intencionados o provocados, tratando de influenciar a otros y, a confrontarse con otros con un fin determinado. En nuestra historia “el Once” que divide, se ha tratado de olvidar con una cultura del silencio (se evita hablar del tema y se argumenta que eso pasó hace muchos años) y, por otro lado con la consigna “para que nunca más” se rememora generando grupos de rememoración que, con el tiempo, ha dado paso a otra realidad, producto de la memoria política, llamada Verdad y Justicia.
La memoria política, se mantiene viva en el colectivo o país en la medida que se ubique intencionadamente en el mundo de lo público con el fin, no del entendimiento, sino de la confrontación con una realidad dolorosa. ¡Para que Nunca Más!
En nuestro país, el Once de septiembre, ya dejó de ser parte de la memoria social y se mantiene en la esfera de la memoria política, apoyándose en fotos, monumentos, museos pasando a ser, incluso, parte de la “memoria nacional” donde ha habido intentos de levantar monumentos a distintos personajes que, claramente despertando la memoria social, han abierto y despertado heridas, motivando o generando movimientos sociales motivados por el dolor o por los dolorosos recuerdos que tiene en su memoria.
Por último y, a propósito de la memoria, ha sido muy cuestionada la decisión del Ministerio de Educación y la resolución o “toma de razón” de la Contraloría General de la República de sacar la asignatura de Historia del plan común, para dejarla como ramo electivo (según interés o “gusto” del estudiante) ¿Qué incidencia tendrá para que los futuros ciudadanos proyecten su vida pública y política, ejerzan sus derechos y vivan su ciudadanía de modo republicano, sin los argumentos y herramientas que la historia da a la memoria social y política? ¿Se transformarán en entes productores o, en personas cuya opinión tenga ningún asidero sustentado en la memoria?. Eso sería desastroso.
Que sea feliz.
