I Por: Eugenio Astudillo Leal
A raíz de un trágico accidente en el año 1900, una mujer norteamericana de Philadelphia perdió a su madre el 12 de Mayo, en un trágico accidente. Ante eso, esta acongojada mujer, lucho casi una década para que el gobierno de ese país diera origen al día de la madre como recuerdo a este fatal acontecimiento, lo que reforzó con marchas, y otras manifestaciones públicas, hasta que en el año 1914, el presidente de Estado Unidos, Woodrow Wilson, declaró oficialmente el segundo domingo de mayo, como el día de conmemoración de esta noble mujer que nos dio la vida.
Algunos creen eso sí, que el verdadero Día de la Madre se desprende de las culturas Griegas y Egipcias, en donde unos honraban a la diosa Isis y los otros a la divinidad de Rea.
En Chile, la celebración de este día data de la década del 40 del siglo pasado. Siempre se celebró en el mes de Octubre, en medio de una semana que recordaba a varias otras personas de la vida familiar y educacional, hasta que en el año 1976 fue fijada por el Decreto Supremo N° 1.100, celebrándose desde el año siguiente
Fue una decisión del comercio la que cambió esa fecha para el mes de mayo en la década de los 80, fijándolo como fecha oficial el segundo domingo de ese mes. Treinta y tres países en el mundo celebran ese día en la misma fecha que nosotros, pero más que la fecha y sus orígenes, lo más importante es centrarse en la que realmente representa para nuestra sociedad la presencia e influencia de las madres en esta sociedad moderna.
Desde un principio, en nuestra cultura patriarcal religiosa, en donde el poder radicaba en los hombres, por años se borró todo prestigio que pudiera enaltecer la presencia de la mujer en el desarrollo de la sociedad, fue así como de la Biblia, se borró la imagen de Asherah, la Esposa de Dios o la Reina de los Cielos, o la Diosa Madre, como se le reconoce en los Libros de Jeremías. Esto también se hizo con María Magdalena, la apóstol de Jesús, como algunos la reconocen.
En épocas de la edad media las religiones más abiertas empezaron a dar mayor espacio a la mujer y la maternidad mediante al culto de María, como madre de Jesús, pero con la mala idea de anteponerle la condición de” Virgen”, como forma de destacar su pureza, condicionando la acción de procrear una vida, a ser visto como un acto pecaminoso, que quitaba la condición de ser una mujer excepcional.
Hoy día en que las religiones tradicionales machistas van en franca retirada y son pocos creíble para buena parte de la sociedad, la figura de la mujer, en su suprema condición de madre, por una casual acción inspirada en el comercio, ha pasado a llenar el vació que nos van dejando las infinitas dudas que nos provocan las fabulas religiosas de las creencias patriarcales.
Nadie hoy duda que la vida nos viene a través de la madre, quien no solo tiene hijos, sino que los cría, los protege, los alimenta y los forma como seres útiles a la sociedad, sacrificando su vida; si fuese necesario, para preservar la vida del nuevo ser. Esa es la figura real de la madre de hoy, terrenal, la que da continuidad a la vida sobre el planeta, la que dignifica la presencia y el valor de la mujer en la tierra, que es en definitiva el ente palpable que asegura la continuidad de la vida y civilización nuestra en este mundo.