El pueblo, unido, ¿avanza sin partidos?

El pueblo, unido, ¿avanza sin partidos?

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Por: Jorge Gillies Académico de la facultad de humanidades, UTEM

Una de las características principales de la revuelta social en curso es su carácter no partidario y en gran medida espontáneo. Es un movimiento que se identifica con distintos estamentos de la sociedad civil y se distancia categóricamente de las organizaciones políticas, con su consigna “El pueblo, unido, avanza sin partidos”.

No podría ser de otra manera en momentos en que todas las instituciones y organizaciones políticas, partiendo por el gobierno y el parlamento, se encuentran en su momento de mayor desprestigio. Sólo un 13 % apoya la gestión del presidente Piñera, según la encuesta CADEM. Y, peor aún, las expectativas con respecto a quien lo sucederá en el cargo también caen en picada. TODOS los aspirantes presidenciales disminuyen su apoyo, según la misma encuesta. Un 57 % no tiene candidato y un 66 % no sabe quién será el próximo primer mandatario.

Esta situación de anomia total, destacada como meritoria por distintos analistas, pone por cierto de relieve el papel de la sociedad civil, pero no deja de tener aspectos inquietantes. Porque si los actores políticos no entregan respuestas convincentes a la crisis –y hasta ahora no las han entregado- se puede crear una situación de vacío de poder altamente riesgosa.

Como lo demuestra la historia reciente hasta la saciedad, siempre hay alguien que llena estos vacíos. Y no son precisamente los movimientos sociales. Si la crisis se prolonga, se podrían abrir paso soluciones populistas insospechadas o incluso podría darse lo que algunos análisis definen como “salida autoritaria” (ominoso eufemismo chileno para referirse a dictadura).

Normalmente, un momento electoral sirve para que se desarrollen y aglutinen nuevas opciones políticas que ofrezcan soluciones realistas. Lamentablemente, las próximas elecciones tendrán lugar en un año más y es probable que sea demasiado tarde para lograr esa función catalizadora.

De ahí la necesidad de generar una alternativa que sólo puede partir desde la clase política, por muy desprestigiada que esté. Un llamado a plebiscito en torno a una Asamblea Constituyente e incluso un eventual adelantamiento de las elecciones para todos los estamentos políticos podría abrir las puertas a una solución a la profunda crisis que atraviesa nuestra sociedad.

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