Por: Jorge Peña L., Comunicador Popular
En honor a mi hermano Haroldo, ídolo deportivo y mi ídolo peronal. A 6 años de su partida le rindo un homenaje con un extracto del libro «León Hay Uno Solo. (Autor Manuel Muñoz)
«LLANTO LILA
La madrugada del sábado 29 de junio de 2013 estuvo más invernal que nunca en Concepción. La húmeda brisa que soplaba de lado a lado en las paredes de la ciudad, junto a las densas nubes que impedían el paso de la brillantez de la luna, como queriendo evitar las esperanzas de quienes añoraban ver su luz, auguraban un mal presagio y un desenlace que nadie esperaba para uno de sus hijos adoptivos y tal vez uno de los más queridos del último tiempo.
Aquella madrugada, desde las salas de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Guillermo Grant Benavente de Concepción, emanó una de las noticias más duras y tristes para la familia de Haroldo Peña; para aquel furibundo y enraizado hincha de Deportes Concepción; y para todos aquellos que dicen sentir que por sus venas corre esa sangre lila marcada a fuego. 01.27 A.M. y el mundo futbolero se enteraba de la partida del León de Collao, el gran referente del equipo de todos los tiempos, su eterno ídolo, el ícono y máximo símbolo del club, el jugador más emblemático del mundo para muchos, cuyos rugidos se acallaron para siempre esa noche, luego de padecer una insuficiencia respiratoria tras permanecer varios días internado en dicho recinto asistencial.
* RUGIDOS EN LOS ANDES
Las mañanas frías, lluviosas y grises de Concepción quedaban atrás apenas 24 horas después de la partida de Haroldo Peña, y en Los Andes lo recibía una noche iluminada bajo un firmamento de estrellas. Luego, un amanecer luminoso, brillante y un sol radiante, como dando la bienvenida a uno de los suyos y recibiendo en su cuna a un símbolo que al parecer sólo había sido prestado para llenar de gloria las huestes lilas en una parte de su existencia.
Un amanecer lleno de luz recibió a Peña, como suele ser la tónica en esa ciudad, pequeña urbe enclavada a los pies del macizo andino y que vio nacer al hombre que ahora, décadas y décadas después, retornaba a sus raíces para descansar a su amparo, tal como siempre el mismo Haroldo lo manifestó en vida. Y todo el mundo se cuadró para que ello ocurriera, pues la familia hizo suyo el anhelo del León de Collao…»