Octavio Arellano, ex pdte. del comando del «No» en Los Andes
Cuando se cumplen 30 años del triunfo de NO, el 5 de octubre de 1988, resulta necesario darle a este acontecimiento la connotación histórica que corresponde en la vida de los chilenos. El triunfo del «NO» fue el resultado de un proceso creciente de rebeldía ciudadana ante la Dictadura de Pinochet que pretendía eternizarse en el poder, como quedó en evidencia de la forma tramposa e ilegítima en que se impuso la Constitución de 1980, donde no existieron las más mínimas garantías de transparencia.
En un Chile dolido por la desaparición de personas y la violación sistemática de los derechos humanos por parte del Estado y de algunos privados que con su silencio se hicieron cómplices, el «NO» surgió como la esperanza de un cambio a través de una movilización ciudadana que puso el acento en la alegría, la superación del miedo, la unión sin distinciones, la denuncia a los abusos y la fe en los valores democráticos que estaban fuertemente arraigados en nuestra historia. En el Plebiscito del 1988, la Dictadura cayó en su propia trampa, ya que a pesar de tener todos los recursos a su disposición y el apoyo de amplios sectores de la derecha que le había jurado lealtad en Chacarillas, no contó que los chilenos nos inscribiríamos en los Registros Electorales y concurriríamos a votar y lo que es más, les disputaríamos voto a voto en cada mesa. Si hoy disfrutamos de la democracia y las máximas libertades ciudadanas, con todas las imperfecciones que ésta pueda tener, se debe en gran medida al triunfo del «NO», a los miles de chilenos que ofrendaron su vida por defender sus derechos y quedaron en el camino -a quienes nunca debemos olvidar- y a líderes de la estatura de Gabriel Valdes, Patricio Aylwin, Ricardo Lagos, Rodolfo Seguel, Enrique Silva Cimma, entre muchos otros, que encabezaron la movilización político social. Contrariamente a lo que algunos livianamente han pretendido mostrar, el triunfo del NO es mucho más que una película, es una realidad que quedará plasmada en la historia de Chile como el mayor esfuerzo ciudadano de que la no violencia activa es un camino válido para defender la libertad y los derechos humanos. Mi saludo más afectuoso a los millones de voluntarios que supieron asumir el rol que la historia les demandaba y de lo cual sentimos un justo orgullo haber podido contribuir.»