Con el apoyo de División Andina
Un grupo de emprendedores de la localidad apuesta por consolidar sus negocios a través de renovadas formas de gestión y la obtención de nuevos equipamientos e infraestructura. Luego de haber participado durante dos meses en un taller con especialistas, dispuesto por Codelco para ayudar a unidades productivas locales ya existentes o impulsar a otras desde cero. En total, 13 proyectos fueron apoyados en este proceso.
A primera hora de la mañana, Rosa López recoge la leña, enciende el fuego del horno y comienza a preparar la masa del pan. Aprendió la técnica cuando niña, mirando a su mamá, pero solo hace ocho años que esta rutina es el sustento de su hogar. La motivación radica en la necesidad de ayudar a la educación de sus dos hijos y el cuidado de su nieta y esposo, quien se encuentra aquejado por problemas de salud. Así nació la Amasandería Catalina, hace siete años.
«Me vi muy escasa de dinero y pensé qué podía hacer, cómo ayudar a mi familia. Como sabía hacer pan, empecé a vender. Con ese capital compré mi primera revolvedora y fui creciendo de a poco. Hago más de 200 panes diariamente y los días domingo vendo empanadas», comenta esta emprendedora, instalada en una nueva cocina, habilitada gracias al apoyo de Codelco Andina y tras haber participado durante dos meses en un curso de innovación que le permitió mejorar su proceso productivo.
Hoy, el desafío de Rosa es seguir creciendo. Tal como lo ha hecho en los últimos años, adquiriendo gracias a su esfuerzo y constancia todas las maquinarias que representan el capital de la amasandería. De lunes a lunes, desde este negocio se entrega a diario el pan que abastece a varios locales del sector de Río Blanco. Los mineros de la Planta de Filtro de Codelco, distante a un par de kilómetros, también son fieles comensales de las empanadas de los domingos. Y los camioneros argentinos, brasileños y chilenos que transitan por el Camino Internacional llevan el pan a su recorrido por Sudamérica.
El taller de innovación con el que estuvo con un grupo de otros emprendedores de Río Blanco –algunos con unidades productivas ya existentes y otras ad portas de nacer– permitió a Rosa gestionar de una forma más eficiente los costos de su negocio y evaluar cómo seguir creciendo. «En el curso aprendí muchas cosas, pero más que nada a sacar las cuentas de los costos, algo que una a veces no sabe, y así ayudar a que el negocio sea rentable y más eficiente. Esto es una oportunidad para seguir creciendo, y esa es mi gran motivación. Si hoy se venden 50 panes, ojalá que mañana sean 100».
BURBUJA MATIC APUESTA A GANADOR
Por entusiasmo, Sandra Larrondo no se queda. Lleva tres años empujando su emprendimiento, la lavandería Burbuja Matic. Porque aunque los resultados no han sido los esperados, sigue buscando las fórmulas para hacer más rentable el negocio y consolidarse. Su anhelo es convertirse en un proveedor de servicios para las empresas del sector y abrir fuentes laborales en la comunidad de Río Blanco.
Con el apoyo de Andina, Sandra reforzó su infraestructura: adquirió un calefont y una plancha industrial, además de un nuevo techo con renovadas instalaciones eléctricas, un aspecto crítico del negocio. Además, luego de dos meses en el curso de emprendimiento, su mirada sobre aspectos financieros de la empresa también evolucionó. Hoy tiene mayor conocimiento para ordenarse con sus balances y, por ejemplo, asignar valor a sus servicios.
«Yo todavía apuesto por mi proyecto, siempre he dicho que es una muy buena idea. A lo mejor no tenemos el flujo que nos hubiera gustado, pero confío en que algún momento estaremos mejor», asegura esta emprendedora, quien combina sus labores en la lavandería con su rol de dueña de casa, esposa y madre de tres hijos. Todos ellos la apoyan. Y es que detrás de Burbuja también hay un sello familiar.
Su hija, de hecho, fue la que bautizó el negocio. Y en el taller mecánico de su marido, ubicado camino al campamento de Saladillo, Sandra tiene su lugar de recepción y entrega de pedidos a empresas mineras. Overoles, chalecos tipo geólogos, parkas y otras piezas forman parte del flujo de productos que llegan a sus manos. Además de lavar y planchar las prendas, Sandra también las repara en caso de ser necesario.
«En otras lavanderías los clientes reclaman que las prendas se pierden, pero no en esta (risas). El desafío es siempre entregar los pedidos en el tiempo indicado y con buena calidad. En este servicio hay que estar preocupada de los detalles: de elegir el detergente adecuado, de los costos de electricidad, de los productos para desengrasar la ropa u otros insumos. Cada prenda necesita su cuidado especial».
Contra los malos augurios y motivada con el espaldarazo que supone recibir un nuevo equipamiento e infraestructura para la lavandería, las expectativas de Sandra siguen siendo positivas: tener más clientes, dar trabajo y brindar un beneficio a la comunidad. «Si yo digo que tengo una lavandería en Río Blanco la gente me dice: ‘no es rentable’. Pero yo tengo claro que mis clientes son las empresas y sigo optimista. Tenemos tres años de funcionamiento, pero aún estamos en crecimiento. Mi sueño sigue en pie».
ANDINA APUESTA POR LAS UNIDADES PRODUCTIVAS LOCALES
Durante este año, División Andina ha estado trabajando con acciones de colaboración con microempresarios que se encuentran en etapas iniciales de sus proyectos. A ellos se les ha dado la oportunidad de participar en cursos para entregar conocimiento que permita impulsar sus emprendimientos; además de recursos para dotar con equipamiento e infraestructura que apalanquen su gestión. La iniciativa está apoyando a un total de 13 ideas de negocio. La metodología consiste en realizar diagnósticos para definir en qué estado se encuentran los proyecto y luego talleres de capacitación en habilidades de emprendimiento, entregando contenido para formulación de planes de negocio y gestión financiera. “La idea es entregarle las herramientas para que puedan seguir desarrollando sus negocios”, enfatiza Carlos Ríos, director de Desarrollo Comunitario de Andina.