Por: Dr Denis Panozo Villarroel
Así como en la medicina se ha fragmentado de tal forma que existen médicos especialistas en el hueso Nº 25, también otras disciplinas se “olvidan” de que están tratando con seres humanos de carne y hueso y que poseen un alma
Aprender canto, por ejemplo, se trasforma frecuentemente en una cuestión de emisión de la voz, cuerdas vocales y respiración, sin tomar en cuenta que en cada clase están presentes dos personas con mente, cuerpo y espíritu, es decir hay emociones.
Cuando un alumno se relaciona con sus emociones y puede resolver problemas técnicos, el buen profesor comparte esa emoción y se maravilla. Siempre debe haber mucho humor, buena onda siempre debe reinar alegría en todas las clases Porque se sabe que la risa produce endorfinas, hormona que produce placer y felicidad por lo cual se alejan las malas vibras y alivia el sufrimiento y la desesperanza.
No debemos sentirnos distantes del que “no sabe”, sólo porque aparentemente nosotros sabemos más. Este error emocional está al servicio de la imagen de “profesional serio”, que dicta sus clases fríamente, sin importarle si su contenido llega a sus alumnos. Pésimo docente porque no logra la empatía necesaria con sus alumnos, para que estos asimilen su clase.
El que enseña puede y necesita trabajar a la par con sus alumnos, divertirse o angustiarse, mientras este ambiente se mantenga de esta forma, se lograra avanzar en el proceso educativo y existiendo esta actitud es difícil que los alumnos molesten con exigencias.
Cuando más juego y diversión existe, tanto mayor es el aprendizaje, por lo cual disfrutan tanto el alumno como el que enseña, es un encuentro donde la creatividad surge de poner el cuerpo y las emociones para lograr un máximo rendimiento
Es en el entretejido de esta trama maravillosa donde aprender y enseñar deja de ser una obligación para el docente y un fastidio para los alumnos y se convierte en una aventura entretenida, se lograra a llegar a las metas académicas deseadas.