Por: Aníbal Julio Rosende A.
No se puede catalogar de otra forma el actuar de nuestras autoridades comunales, no me voy a referir del pésimo estado de las calles andinas, tampoco de la falta de fiscalización de los autos mal estacionados en todas las esquinas, tampoco de la falta de conectividad en la ciudad porque eso no lo podrían entender. Menos hablar de los interminables trabajos para pavimentar una calle en Centenario, ni del árbol de navidad millonario. Tampoco entenderían que los añosos árboles de las avenidas se secan porque simplemente necesitan agua, árbol = agua, ¿entienden?.
En 1930, hace 87 años se inauguro el sistema de alcantarillado y extracción de aguas lluvias de la ciudad, o como le llaman ahora el damero central, esto funcionó perfectamente por muchos años y los andinos son sentíamos orgullosos de poder cruzar las calles sin mojarnos en las copiosas lluvias de la época; la mantención era simple, una vez al año al término del verano se mandaban a dos personas con una pala y una carretilla a limpiar los accesos del agua lluvia, el costo era bajo y el trabajo eficiente.
Los torpes eligen a los ineptos ¿ Cómo es posible que hoy después de 87 años no se puedan limpiar las alcantarillas receptoras del agua lluvia? ¿Acaso se terminaron las palas o las carretillas?. No, se terminaron las autoridades previsoras y pensantes, solo quedaron concejales soñando con ser alcaldes, viviendo en una burbuja en donde nadie los pueda tocar y solo ver pasar el tiempo cual reinas de la primavera saludando con la manito arriba en una comparsa de concejales.
La principal función de los concejales es la fiscalización y la aprobación del presupuesto municipal, (como órgano colegiado pueden hacer muchas más, pero ellos no lo saben), no era tan difícil hacer un traspaso de fondos para comprar una pala y una carretilla, porque para obras mayores y proyecciones de ciudad el coeficiente intelectual si está agotado.
Triste es esto porque habiendo en el concejo andino un ex alcalde, un ex gobernador, que se esperaba de ellos un protagonismo mayor este nunca llegó, sin embargo, primaron en ellos los deseos inmensos de ser alcalde claro está, cuidándose de no hacer su tarea fiscalizadora porque el lema es “quien nada hace nada teme”. Al final es más fácil salir de los escombros prometiendo un futuro mejor para la ciudad que desde luego con ellos nunca llegará.