Por: Paula Medina, facultad de Derecho, U. Central
Recientemente se dieron a conocer los resultados de la 3° Encuesta Nacional de Violencia Intrafamiliar contra la mujer y delitos sexuales. Como toda encuesta de victimización, su importancia radica en la posibilidad de conocer la magnitud y características de esta violencia, con el fin de orientar sus políticas de prevención y control, por lo cual dicho conocimiento es bienvenido.
No obstante, es indudable que nuestro país enfoca la violencia intrafamiliar fundamentalmente como un problema de violencia de género contra las mujeres. Esta encuesta y su evolución es muestra de ello. De hecho, esta 3° versión se focaliza solo en mujeres, a diferencia de su antecesora (2012) que incluía la victimización intrafamiliar de niños y niñas. Cabe mencionar aquí que, salvo algunos estudios como los de UNICEF sobre maltrato infantil, pero que está acotado etariamente, no existe en Chile otro instrumento robusto y de alcance nacional que mida la victimización infantil y juvenil.
Por otra parte, la primera encuesta de violencia intrafamiliar (2008) sí incluía a hombres, solo que en este caso no se les preguntaba a ellos en tanto posibles víctimas de violencia por parte de sus parejas, sino solo en cuanto eventual victimario. Estábamos en presencia no solo de un enfoque de género, sino que de un abierto sesgo de género, que prácticamente negaba la posibilidad de que los hombres reportaran el haber sido víctimas de violencia por parte de sus parejas.
La homologación (y confusión) que se produce entre violencia intrafamiliar y violencia de género contra la mujer, queda evidenciada también en otros aspectos de la encuesta. Las preguntas incluyen como posibles victimarios o agresores a las ex parejas, quienes no forman parte de los sujetos activos de la Ley 20.066 de Violencia Intrafamiliar (Art. 5°), los cuales sí son incorporados por la Ley 20.480 que introduce el Femicidio (Art. 6°), pero sin alterar la ley 20.066. Además, esta 3° versión de la encuesta amplía la indagación a otros ámbitos más allá del intrafamiliar, incorporando la violencia que sufren las mujeres en los espacios educativos, públicos y laborales.
Está claro entonces que no se trata de una encuesta de violencia intrafamiliar contra la mujer, sino que de una encuesta de violencia (s) contra la mujer. Podríamos pensar que esto obedece solo a un error de nombre, sin embargo, pareciera que es más bien la expresión de una agenda política y mediática que ha cooptado la significación de la violencia intrafamiliar exclusivamente a la violencia de género contra la mujer.
Evidentemente, visibilizar las violencias que sufren las mujeres es un aporte. Lo que no aporta es que mientras se ilumina un tipo de violencia, se oscurecen otros. Los tipos de violencia al interior de la familia son múltiples y disímiles, tanto como sus explicaciones: hay violencia de madres o padres a hijos y viceversa, de hermanos a hermanos, de hombres a mujeres, de mujeres a hombres. Quizás la violencia más frecuente, pero también la más reconocida y visibilizada, es la violencia de género contra la mujer, pero no toda la violencia intrafamiliar es violencia de hombres a mujeres, ni toda puede ser considerada violencia de género, ya que no toda puede explicarse a partir de una relación de poder y subordinación entre hombres y mujeres.
Sabemos que las encuestas pueden llegar a ser instrumentos poderosos no solo para medir la realidad sino también para crearla, de ahí la importancia de que sus supuestos conceptuales y sus nombres, sean claros, precisos y transparentes.