España y el difícil gobierno que vendrá

España y el difícil gobierno que vendrá

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Samuel Fernández Illanes

Por: Samuel Fernández Illanes, académico de la Facultad de Derecho de la Universidad Central

Las recientes elecciones en España han trastocado el habitual bipartidismo, y la alternancia entre el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). La irrupción de nuevas fuerzas políticas, como el Movimiento PODEMOS o el CIUDADANOS, aunque no desbancaron claramente al gobernante PP, le han salido al paso de forma decisiva. Constituyen tendencias nuevas con dirigentes desafiantes, críticos, contrarios a gran parte de las políticas de unos y otros, pero que reflejan claramente el descontento de la población. Se han unido en oposición a la figura de Rajoy, inclusive dentro del propio PP, donde Aznar ha reaparecido para hacer valer sus posturas. Con su apasionamiento tradicional, los españoles han expresado su deseo de modificar lo existente. No han sido razones suficientes la mejoría económica española de los últimos años, apreciable sin dudas; ni los largos sacrificios que han sido importantes. Ahora se quiere un nuevo impulso, más por lo que resta por hacer, que es mucho, que por lo alcanzado, que tampoco es despreciable. Tal vez una premura por todo, tan característica de las sociedades actuales, y sin lugar a dudas, un reflejo real del individualismo político, en que las razones de Estado, el futuro más promisorio, y la búsqueda de la estabilidad gubernativa, ya no tienen el significado de antes.

Los llamamientos a la responsabilidad del Presidente actual, las voces de alerta para mantener los principios constitucionales, ni las advertencias a enfrentar una situación peor que la actual, han aglutinado a las demás fuerzas, las que tajantemente le niegan, por ahora, el apoyo o la abstención que podría mantenerlo. De ahí las múltiples alternativas de alianzas y contra-alianzas que tantos especulan. En verdad, sólo son conjeturas. Sería jugar a las adivinanzas predecirlas, pues todo puede ser posible. Lo único claro es que España entrará en un período de especial debilidad en su conducción. Europa ya mira esta nueva realidad con mayor atención, porque de manera directa o indirecta, a la postre también entra en el juego de poderes cuando toca a uno de sus socios más fieles. Otro tanto han hecho los mercados, reflejándose en la bolsa y otros índices.

A este cuadro bastante sombrío y hasta que se encuentre una solución, pronto o a mediano plazo, se le suma el separatismo desafiante en Cataluña, que tal vez espere mejores oportunidades para perseverar, y complique por añadidura a quien asuma. Eso sí, hay un punto de esperanza al respecto, pues los grandes partidos tradicionales, el PP o el PSOE, en cuanto a la unidad del país, tienen posiciones coincidentes y no favorecen el separatismo catalán. Los movimientos no tradicionales, PODEMOS o CIUDADANOS, si bien intentan captar adeptos y comprenden las aspiraciones secesionistas, tampoco quieren una España fatalmente dividida por separatismos. Desean las reformas necesarias a la Constitución para contemplar más ampliamente una autonomía más efectiva y real de las comunidades, pero sin rupturas.

Los demás partidos, como los liberales, Izquierda Unida, Esquerra Republicana de Catalunya, el Partido Nacionalista Vasco, Bildu y otros, pasan a ser apetecidos a la hora de conformar las alianzas necesarias para conformar la mayoría requerida y votar un gobierno, si bien aumentan las posibilidades de fragmentación política, y obligarían a mayores concesiones a la mayoría existente del PP, que por sí sola, ya no alcanza a imponerse. Reclama su mejor derecho por ser la más votada, pero ha perdido casi cinco millones de votos. Otro tanto y todavía más dramática ha sido la pérdida del casi siete millones de votos, del PSOE. Es la abrumadora realidad y el desgaste de los grandes conglomerados. En definitiva, todos están obligados a negociar con todos, y ceder.

La ciudadanía española ha dado su veredicto, por lo que será muy difícil que las alianzas para conformar gobierno, ignoren esta realidad y sus motivaciones más profundas. Si nada resulta, y no es una mera posibilidad, corresponderá al Rey disolver el parlamento y llamar a nuevas elecciones. Entonces podría haber una nueva oportunidad para que España resuelva este serio período que, tal vez, esté marcado por la ingobernabilidad y la incertidumbre.

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