Por: Julio Palacios Gamboa, presidente de la Agrupacion de Amigos de la Biblioteca
Es imposible dejar de considerar que la Navidad se transformó ya hace algunos años en un simple pero jugoso negocio. Indesmentible para los comerciantes. Porque además no sólo los niños reciben regalos, sino también los mayores. El intercambio de obsequios es una verdadera feria de vanidades. Cada regalo más caro que el otro.
Y sin dudas, este solo hecho le resta toda la intención de hacer de esta fiesta un acontecimiento de paz y humildad, como fue el nacimiento de Jesús en Belén, en un pesebre, rodeado de pastores.
Algunas familias casi colapsan económicamente, después de satisfacer los deseos de grandes y niños en Navidad. Porque un play station, un plasma, muñecas casi humanas o un celular no son nada de baratos.
Qué distinto era, cuando hace algunas décadas –ni tantas tampoco– los niños nos entreteníamos con nuestros regalos: un simple emboque o un trompo y, en el mejor de los casos, con un carro de bomberos de madera que tenía una escala que se izaba con un simple cordel y una pequeña manivela, al igual que los camiones grúa, cuya pluma se levantaba de la misma manera. O un juego de palitroques. En todos estos casos, la participación del niño era completa y solidaria, porque estos juguetes los compartía con sus amigos y todos se entretenían.
Está claro que estoy diciendo que las entretenciones actuales son tremendamente individualistas, apuntando a la falta de solidaridad y a la soledad del niño, quien no comparte con nadie, formando un halo de tristeza su alrededor.
Y para las niñitas de aquellos tiempos: típico un juego de tacitas, por ejemplo, que invitaba a que sus amigas, generalmente vecinas, la acompañaran a jugar haciendo “un té de mentira”, hasta con pancitos de barro. Aparte de ello, estaban las muñecas de loza, baquelita o género –las populares muñecas de trapo—cuyas “mamás” no se dormían si no la tenían a su lado. Las niñitas jugaban compartiendo con las muñecas de sus amigas, formando el concepto de familia.
Ahora, no olvidemos un regalo simple pero fantástico: el libro. Nosotros disfrutábamos de los minilibros, con historias policiales y de vaqueros, que, sin ser una joya de la literatura, al menos servían para ampliar nuestro vocabulario, tan venido a menos en estos días. Algún profesor dijo por ahí que los jóvenes no conocen ni reconocen más de 300 palabras de nuestro hermoso idioma castellano y con esas se las arreglan, malamente eso sí.
Por cierto, existe una inmensa muestra de literatura infantil entretenida que pueden encontrar en la Biblioteca de Los Andes, formadora de principios, con temas muy entretenidos que son atractivos para cualquier lector. Para los más grandecitos, Harry Potter, por ejemplo, que abarca el mundo de la fantasía de los magos. Los cuentos de Papelucho, llenos de anécdotas y travesuras del personaje, tan entretenidas que no pueden aburrir a nadie. Y las historias de Mafalda que si bien es cierto se presentan en formato de historieta tienen un amplio sentido formador y crítico de nuestra sociedad. Todas estas, obras que van ayudando a construir la personalidad y los valores de nuestros niños.
Les invitamos pues, con vuestros niños, a visitar nuestra biblioteca, a los pies del Cerro de la Virgen donde podrán encontrar cientos de títulos que les servirán de guía, para que los niños elijan qué leer .