Por: José Ramón Toro Poblete, profesor Liceo Max Salas Marchán
Los políticos no son la democracia y ellos no son la política pues, ésta, es una necesidad real de todo ser humano, a pesar que, ante todo lo descubierto últimamente, haya algunas personas que digan no creer ni en los políticos ni en la política.
Somos parte de la política y, nadie puede ser indiferente a su ejercicio pues, una de las razones de ser de la política es, solucionar los conflictos que surgen en la sociedad, organizar una nación y, establecer una buena convivencia entre distintos Estados.
Pues bien, bueno será considerar (a propósito de estados) que, los estados de ánimo, sentimientos, prejuicios y emociones son factores, que determinan un juicio desfavorable sobre la política y los políticos. Es fácil culpar a la política. Sume a esto, la carencia de conocimientos y abundancia de prejuicios (bien ganados por los políticos) más, todo lo mediático donde el ciudadano común y corriente, vive bajo la influencia de las noticias, teniendo una relativa información y actitud crítica frente a ellas.
Nada novedoso es, afirmar que la política se encuentra en una crisis real aumentada por la complejidad de los sucesos que no se pueden ocultar, porque se conocen a los segundos por las redes sociales.
Sin lugar a dudas, una de las razones de la abulia ante lo político es que, el Poder es uno de los medios para hacer política. El poder, es el que da la cobertura y consistencia para tener influencia sobre otros donde, además, se supone, se usará rectamente para lograr soluciones sociales en beneficio de quienes más lo necesiten para vivir de modo digno y feliz. Desgraciadamente de éste poder, se ha abusado y mal usado sobremanera.
Es una realidad que el individuo tiene escaso poder en la sociedad y, por ello, necesita de otros para hacer valer sus demandas, intereses e ideas. Es así que, el trabajador defenderá sus intereses en sindicatos, los profesores en un gremio, los consumidores en asociaciones pertinentes, etcétera. Este, es otro tipo de poder en la política. Algo necesario.
Es real, además, que unos pocos tienen concentrado en sus manos el poder económico, poder que es muy gravitante en nuestra sociedad. Lo sabíamos, pero ahora hay una mayor conciencia y resistencia social empoderada en las redes sociales, en la opinión pública y en las calles que, quien dispone de mucho poder económico, también ejerce una gran influencia política, por eso se ha destapado, en los tribunales, la influencia negativa de intereses del poder económico en la política.
Por esta razón, es urgente que el poder tenga que ser controlado por una entidad distinta. El mismo poder no puede, por ejemplo en el caso del Congreso, fijarse sus sueldos, reajustes y bonos. Urge la existencia de una institución que controle el uso y abuso del poder, como hemos visto en estos últimos años en nuestro país y, que las sanciones sean duras, donde no exista la desvergonzada confesión que haga mención a boletas “ideológicamente falsas” para evitar el concepto de fraude, engaño, robo o, a los llamados “errores involuntarios”, quedando el infractor como inocente (hasta de estúpido) ante un delito grave, premeditado y, además, consentido.
Por todo lo anterior, debiera haber claridad sobre las obligaciones de la Ética Social que se relaciona con el poder político, donde la ética juega un rol importantísimo para frenar y frustrar el abuso del poder político para fines de enriquecimiento personal o para favorecer a los grupos que tienen concentrado el poder económico.
El poder de la política, en la modernidad, ha penetrado la ética debilitándola porque lo suyo (de la política) es lisa y llanamente el poder, distorsionando el rol de la ética a tal punto que, por ejemplo, el llamado “fuero” de un político, pareciera, lo deja inmune ante un juicio y, se ampara en éste (fuero) para separar el ámbito público de lo privado, usándolo artificiosamente a su favor donde, antiguamente, regían los conceptos de bien y mal.
Ahora rige el concepto de la Eficacia, donde la violencia del poder se legitima de una manera escandalosa. Para aclarar el concepto, pregunto si acaso (algo que ellos legitiman) el reajuste de sueldo de un diputado o senador, ¿no es una suerte de violencia para una persona que gana el sueldo mínimo?. Y, la eficacia, será el sustento de la legitimación de esa violencia de poder, porque “necesitan” de ese dinero para “mejor servir” (¿?)
Ahora bien, pareciera que la llamada Ética de la Convicción atada a valores absolutos (pasión política o idealista) ha sido desplazada por otra, llamada Ética de la Responsabilidad. La segunda mide las consecuencias políticas del acto, por ejemplo; si el político está pensando en una reelección, actuará de tal manera porque, de otro modo, no sería reelegido o bien, pensará muy bien, por ejemplo; las consecuencias políticas de su voto en el Congreso (ante una Ley) si va en contra de los intereses de quienes han financiado su campaña política y, si vota en contra; no podría contar con esos futuros aportes…. entonces, decide “en conciencia”, abstenerse de votar.. Esto, ¿es ético?
Este tipo de ética, tiene una gran debilidad, porque se sustenta y sostiene en la conciencia y/o conveniencia de la persona. Más, siendo bien pensado, el político será bien pragmático y meditará muy bien, solo pensando en el Bien Común y, sólo pensado en el bien común, votará “en conciencia” una nueva Ley, que no dañe del todo los intereses de sus financistas.
Así y todo, no puedo callar ni expresar mi admiración, eso sí, por aquellos políticos de buen proceder y recta conciencia ¡que los hay! A ellos vaya mi apoyo en medio de tanto desprestigio.
Que sea feliz