Por: Sandrino Llano, Coordinador de la Línea de Turismo, CITYP.
En el contexto actual del turismo en Chile como eje estratégico para el desarrollo, la competitividad, el emprendimiento y la innovación, el Estado ha impulsado en las últimas dos décadas y con mayor fuerza en la última, una serie de proyectos, programas y planes de desarrollo como parte de una política turística que permite conducir las acciones para este sector en constante crecimiento y dinamismo, tanto a nivel nacional como en gran parte de Latinoamérica.
La política turística, se puede definir como el “conjunto de decisiones en materia turística que integradas armónicamente (…) orientan la conducción del sector y norman las acciones por seguir, las cuales se traducen en planes y programas de desarrollo sectorial” (Acerenza, 1987). Sobre la base de esta consideración, esta política se sitúa como una hoja de ruta para llevar adelante acciones específicas en cuanto a la creación de nuevos productos, generación de normas de calidad y sustentabilidad, inspección de servicios turísticos, estrategias de promoción de nivel nacional e internacional, articulación entre actores, desarrollo de nuevos destinos, fomento a la inversión, declaración de sitios de alto interés turístico, entre otros. La legislación, permite llevar adelante y dirigir estas acciones. En el caso chileno es la Ley 20.423 de 2010.
Según se ha visto en Chile, y desde la Agenda de Turismo (2002-2005) hasta el más reciente Programa Transforma Turismo (2016), se han llevado adelante una serie de programas que buscan fortalecer la actividad. Planes de inversión en infraestructura habilitante, programas de clúster, programas sociales, certificaciones, organismos de gestión de destinos (OGD), focalización territorial, programas estratégicos nacionales (PEN), programas estratégicos regionales (PER), de fortalecimiento del capital humano, sistemas de gestión organizacional, e instrumentos de apoyo para iniciar o robustecer los emprendimientos turísticos conforman la estrategia de los últimos años que apunta al desarrollo de ésta área.
Considerando lo anterior, es necesario reflexionar en torno a la evaluación de la política turística y sus programas, más allá de las metas cuantitativas de cumplimiento. En la actualidad, es poca la información que se posee en cuanto a qué políticas realmente funcionan para contrarrestar la problemática para la cual fueron implementadas. Se hace necesario generar información y conocimiento para saber qué políticas actúan de manera efectiva para encarar las brechas del sector turismo y aprender de ello para tomar mejores decisiones en política pública. En relación con esto, se debe avanzar y orientar estas acciones a generar evidencia rigurosa de carácter científico mediante procesos metodológicos que permitan confiar en los resultados obtenidos. La información y evaluación actual da cuenta mayoritariamente de la contribución económica del turismo al destino Chile. Como resultado de esto, surgen una serie de estadísticas en términos de llegadas internacionales, gasto en destino, flujos de llegadas, procedencia del turista, tasas de ocupación, de consumo, entre otras.
Una nueva orientación, permitirá a través de estudios empíricos y rigurosos evaluar y medir con mayores niveles de información los resultados para la toma de decisiones. A modo de ejemplo, surgen preguntas referentes a la implementación de la política turística tales como: ¿Qué contribución han capturado los servicios turísticos a partir de la obtención de una certificación? ¿Cuál es la percepción del destino a partir de servicios que implementan normas de calidad y sustentabilidad? ¿En qué medida influyen los sellos para decidir optar por un destino?
En lo que se refiere a promoción de nivel nacional e internacional es necesario determinar la eficacia de los recursos estatales utilizados. Brotan inquietudes como: ¿Cuál es la forma de evaluar la efectividad de una campaña de Marketing? ¿Son adecuadas las estrategias para percibir al destino como una oferta integral? Contar con este tipo de información es fundamental para retroalimentar y orientar las acciones.
En relación a los programas estratégicos nacionales y regionales, es imprescindible evaluar estas instancias: ¿Han permitido éstas fortalecer la asociatividad entre empresarios? ¿Cómo se miden y fomentan actualmente los niveles de articulación y cohesión social de los actores? ¿Cuáles son los impactos positivos en la comunidad local a partir de la consolidación de nuevos productos turísticos?
Con respecto a los programas sociales, es necesario estimar los impactos reales que tiene el turismo en el desarrollo integral de las personas. Como expone González (2009), el turismo es “una actividad que se realiza en sociedad por lo tanto, existe en sociedad y como tal, se elabora mediante la interacción de los actores que la conforman”. Esta medición cualitativa de los impactos otorga un campo para reflexionar sobre la razón del turismo más allá de la construcción de hoteles, servicios gastronómicos y otros. Según lo expresado por Molina (2011), su principal y más profundo significado, tiene que ver con “los procesos de desarrollo económico, social y personal que detona, y con el escalamiento de habilidades sociales e individuales que impulsa tanto en los visitantes como en los receptores”.
Referente a los instrumentos del Estado con los que cuentan diversas instituciones que apoyan el desarrollo turístico, en igual forma es indispensable evaluar si estos realmente son acordes a las necesidades del sector. Asimismo, surgen en esta temática oportunidades para establecer por ej.: ¿Cuáles son los factores que factores que determinan el éxito o fracaso de un emprendimiento turístico? ¿Cuál es la duración promedio de un emprendimiento turístico en Chile?
Finalmente, la evaluación y medición de la relación turismo y patrimonio es imprescindible para tomar mejores decisiones de política turística. Por su relación directa con el patrimonio, el turismo de intereses especiales hoy en día es capaz de reconocer en este uno de sus principales elementos. La actividad debe reconocer en ese patrimonio no solo su potencial para el desarrollo de la actividad turística si no también, cual es la manera más eficiente de gestionar de manera sustentable ese patrimonio de carácter turístico y no se debiese comenzar a incorporar este patrimonio sin los planes adecuados de gestión del mismo.
Esta orientación robustece por una parte la información para mediar la efectividad de las políticas implementadas y fortifica la articulación entre los actores de la investigación en turismo, la gestión pública, los empresarios y la comunidad local.