Por: Nelson Sepúlveda, académico de la Facultad de Ingeniería Universidad Central
La época que nos toca vivir se rige por la informática, en todas sus formas. La vida cotidiana ocurre entre máquinas que realizan una tarea específica sin control humano una y otra vez; niños y adultos no juegan en los parques, sino que deambulan y cazan poke-algo, que vive en la realidad virtual de una aplicación.
Las herramientas computacionales cuentan con mayores funcionalidades, y en cada nuevo avance son más pequeñas y planas, tendiendo a la miniaturización, tal como lo predijo Gordon Moore en los años sesenta, cuando señaló que “el tamaño de un transistor se reduce a la mitad por cada año y medio que pasa”.
La academia no puede quedar fuera de este gran paso que el mundo está palpitando, es así como un grupo de estudiantes de la Facultad de Ingeniería en la Universidad Central y quien escribe estas líneas, estamos innovando en tecnología de investigación y desarrollo, utilizando microprocesadores y baterías de celulares. Comenzamos construyendo una micro-estación autónoma de monitoreo de parámetros ambientales, en base a microprocesadores, elementos periféricos que montados sobre una placa pueden medir algunos parámetros como: temperatura, radiación, gases, sonidos.
Este proyecto también nos ha llevado a vincularnos con la comunidad escolar, ya que estamos trabajando en colegios, para abrir la mente del futuro de las generaciones. Todos pueden ser parte, ya que estos dispositivos tienen un bajo costo, y cuentan con un código abierto.
Algunos dirán, por qué lo estamos haciendo; la respuesta es simple, hay que volver a jugar, a ensuciarse las manos, ensamblar, pensar, armar dispositivos que resuelvan problemas, armar prototipos que no funcionen para estimular la tolerancia al fracaso, y por supuesto otros que sí funcionen, para tener excusas y celebremos.