Es habitual que en Fiestas Patrias u otro tipo de festividades se hagan brindis acompañados de una copa de vino, cerveza u otro tipo de tragos, como el terremoto. El problema es que la ingesta de alcohol no es inocua, sobre todo si va a conducir, por eso la recomendación es tolerancia cero, si es que va a manejar, o bien, optar viajar de copiloto.
Independiente de la cantidad de alcohol que se beba, su consumo implica una alteración de la forma de percibir el entorno, es por eso que manejar un automóvil, moto bicicleta o cualquier otro vehículo de transporte, bajo su influencia, constituye un riesgo que hay que evitar, así lo señala, el Dr. Álvaro Álvarez, académico de la carrera de Bioquímica de la U, San Sebastián.
El académico señala que el daño agudo se relaciona con el consumo de una cantidad de alcohol equivalente a 0,8 gramos por kilo (3 tragos). Eso es una dosis elevada de ingesta diaria que se concentra en la zona gastrointestinal favoreciendo los malestares estomacales y las alteraciones en la absorción de los alimentos”.
“Por ejemplo una persona que está tomando una cantidad elevada de alcohol y eso coincide con una dieta pesada típica de Fiestas Patrias, lo más probable es que tenga una gastritis e incluso pueda desarrollar una úlcera, generando problemas de digestión ya que no va a absorber bien esos alimentos”, comenta el docente.
Por otro lado, precisa que el consumo excesivo de alcohol se caracteriza por poder provocar arritmia cardíaca, accidentes cerebro-vasculares e hipertensión arterial. “Hay una enfermedad específica que se llama miocardiopatía alcohólica que tiene que ver con el daño agudo y crónico que genera el alcohol sobre las células del corazón. Lo que sucede es que el etanol reduce la fuerza con que se contrae y dilata el corazón, lo que repercute en la circulación sanguínea”.
Sin embargo, existe una patología clásica asociada a una ingesta crónica y permanente de alcohol. Se trata de la cirrosis. Álvarez explica que “la muerte de células hepáticas se puede ir contrarrestado por la recuperación de las células vivas, pero si el ritmo del daño del alcohol es más rápido, se produce el reemplazo de las células por fibroblastos, que son aquellos que liberan tejido fibroso, principalmente colágeno que comienza a rellenar espacios, generando cicatrices y alterando la estructura y funcionamiento del hígado”.
Asimismo, dice que “la acción del alcohol en el riñón es similar a la que genera el daño hepático ya que pierde funcionalidad, se inflama y no puede eliminar las toxinas”.
CULPABLE DE LA “CAÑA”
Lógicamente, el principal responsable de la resaca es del arrepentido por haberse tomado algunas copas demás. Sin embargo, Álvarez señala que desde el punto de vista biológico también existe un responsable. Se trata de un compuesto denominado acetaldehído que “es uno de los metabolitos a nivel hepático del etanol y que es el que interviene en algunas de las sensaciones que conocemos como resaca además del rubor facial”.
El académico de la USS enfatiza que hay varias manifestaciones de la resaca ya que se produce “dolor de cabeza, mareos, enrojecimiento del rostro, sensación de malestar general y deshidratación. Esta última tiene que ver con la acción diurética del alcohol (eliminar líquido)”.
Agrega que mientras más se acumule este compuesto en el organismo, peor es el malestar. “Hay personas que tienen resacas espantosas y otras que toman y no les sucede nada. La diferencia es que una de ellas acumula muy fácilmente el acetaldehído porque le faltan ciertas enzimas. Por otro lado, están quienes sí tienen activas las enzimas para metabolizar adecuadamente el alcohol y se ven liberados de este malestar más intenso”, explica Álvarez.
El docente sostiene que la manifestación del mareo o inestabilidad general también “está relacionado con la acumulación de acetaldehído. De hecho el centro del vómito reacciona frente a varios estímulos. Uno de ellos es el equilibrio que se ve alterado por la excesiva ingesta de bebidas alcohólicas y el otro la cantidad de ciertos elementos tóxicos que activan ese deseo de vomitar”.
En cuanto al enrojecimiento inmediato, Álvarez asegura que cuando eso le ocurre a una persona es porque sufrió un cambio en el flujo de sangre producto de la ingesta de alcohol y no tiene que ver con la hipertensión, que es una condición de presión elevada crónica, ya que no es posible que en pocos minutos el alcohol alcance a metabolizarse.