Fue en el mes de noviembre de 1928 cuando procedente de Buenos Aires, por el Ferrocarril Transandino tirado en esos años por una locomotora a vapor, llegaba a Los Andes el famoso filósofo José Ortega y Gasset, quien venía a Chile invitado por diversas entidades -entre ellas la Universidad de Chile- pero que accedió a quedarse en nuestra ciudad invitado por su amigo, el andino Martín Redondo, a dar una conferencia en el gran salón de la Sociedad Industrial de Los Andes (SILA).
A su arribo a la Estación del F.C. Transandino, el 19 0 20 de noviembre de 1928 (la fecha no está clara) llegaba «el primer escritor de España, el primer filósofo europeo, la primera figura intelectual del mundo…» Así lo escribía Alone, agregando en tono irónico: «hasta aquí ha alcanzado, según nuestras noticias, el termómetro de la admiración por el ilustre visitante…»
Cuando llega a Los Andes es recibido por representantes de la Presidencia de la República, por delegados de los intelectuales chilenos, y por don Martín Redondo, importante industrial andino, a quien Ortega y Gasset había conocido en un viaje transatlántico. Gracias a los oficios de su amigo Redondo, el filósofo acepta en la misma estación del F.C. Transandino una invitación a una manifestación social y, al margen de todo programa oficial, entrega una conferencia sobre «El Criollismo» en el gran salón de la Sociedad Industrial de Los Andes.
Tras esa conferencia, el filósofo y su comitiva se trasladan por ferrocarril a Santiago desde Los Andes a Llay Llay y ahí hace transbordo con el tren que venía de Valparaíso rumbo a la capital de Chile, siendo ubicado en el vagón de la Presidencia de la República.
Un diario capitalino describe al visitante con curiosa precisión: «el señor Ortega y Gasset no representa arriba de 47 años de edad, es bajo de estatura. Se expresa en un lenguaje muy puro y cuidado, con afectación. Viene algo fatigado con la travesía y después de sus conferencias que dio en Buenos Aires.
La actuación de Ortega y Gasset en Santiago fue extraordinariamente intensa, incluyendo un discurso en el Parlamento Chileno. En total, permaneció 12 días en Chile, y según sus propias palabras, y a pesar de su breve permanencia, se fue de esta tierra «colonizado, con nostalgia, y con un afán de retorno».