Por @rodrigosolo
Las personitas se están volviendo locatelis. Todas. No sé si al final de este articulo seré uno más.
Primeros síntomas: si te detienen en un control militar uno salta, ¡tú no tienes derecho a controlarme porque yo soy el que los controla a ustedes, soy periodista, escribo en El Andino!
Segundo síntoma: opinar de todo, críticamente, “ellos” no saben nada, gente incompetente.
Tercer síntoma: pedir confinamiento, porque la salud es lo primero, pero mejor no, quizás fue un error, ¿cómo seguimos?, el comercio vive de las ventas, y sin ventas no podremos pagar el arriendo, los sueldos, no tenemos plata.
Y último síntoma: ¿qué hacemos con los bonos? Necesito un plasma, una ampliación, unos sillones nuevos, quizás aprovechar esas precompras de Latam.
No tengo ninguno de estos síntomas.
Bueno, he comprado más libros que años anteriores, como Conversación En La Catedral, Madame Bovary, Leviathán (de Auster), La Cara Norte Del Corazón, El Hijo del Circo, El Segundo Sexo, Tipos singulares (de Hanks), Cuentos de Bolaño, hasta un volumen como de mil paginas de Shakespeare —igual me da un aire de intelectual recibir en portería el pedido semanal —. La verdad es que cada uno suma delirios coronavirus.
Me fui al chancho, eso así, necesito una extensión de encierro, díganle al ministro, háblenle a su whatsapp, mínimo cinco meses, son más de tres mil páginas por leer y parece que esto se va a terminar luego.
Y luego viene la segunda ola.
Todo es incierto.
La verdad es que es y será siempre incierto, por si no te habías dado cuenta, como en la literatura, con un típico final abierto.