Por: Camilo Aburto, académico Escuela Nutrición y Dietética U. Andrés Bello
Durante el verano aparece una variedad de frutas que a lo largo del año no se encuentran con facilidad.
Por ello, es el momento ideal para sumar a la dieta estos productos. Algunas frutas que se cosechan en estaciones determinadas tienen mejores características organolépticas como el sabor, color, olor y textura. Por ejemplo, en verano podemos encontrar melón, sandía, ciruelas, durazno, uvas, y podemos aprovechar más sus características organolépticas en comparación con su consumo en invierno.
Las frutas son una excelente fuente de vitaminas y minerales dentro de la dieta, además presentan un alto contenido de agua y fibra. Las frutas contienen cientos de sustancias denominadas “fitonutrientes” que, aún en muy bajas concentraciones, presentan claros beneficios para la salud.
Un informe de la OMS y la FAO publicado recientemente recomienda como objetivo poblacional la ingesta mínimo de 400 gramos diarios de frutas y verduras (excluidas las papas y otros tubérculos feculentos) para prevenir enfermedades crónicas como las cardiopatías, el cáncer, la diabetes o la obesidad, así como para prevenir y mitigar varias carencias de micronutrientes, sobre todo en los países menos desarrollados.
La recomendación es consumir las frutas crudas y con cáscara de manera tal de mantener el aporte de vitaminas, minerales y fibra que contienen.