Por: Samuel Fernández Illanes, académico Facultad de Derecho, Universidad Central
Gran Bretaña decidió, por estrecho margen de votos, dejar la Unión Europea. Un golpe al proyecto más ambicioso de integración económica y de unión política que puso en marcha Europa, hace ya 70 años. Las consecuencias serán múltiples y en muy variados aspectos. Si bien no es el término de la Unión, uno de sus miembros principales y Miembro Permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, la deja. Lo que parecía impensable hace algunos años. La decisión de la ciudadanía británica toca profundamente el espíritu básico de la U.E., afectando a los 27 países restantes, a la comunidad internacional y hasta a Chile.
Tal vez se pecó de ilusorio por los actuales líderes europeos, que no supieron advertir o contrarrestar a tiempo las variadas señales de que algo no avanzaba como se había previsto. El resurgimiento de algunos movimientos políticos, decididamente euroescépticos, motivados por razones separatistas, nacionalistas, o contrarios al aumento de las competencias de los órganos de la Unión con poder decisorio, han sido claros y obtenido apoyos en las últimas elecciones. Algunos han triunfado, y otros recibido altas votaciones, significativas y alarmantes para la Unión. No todas se han considerado debidamente, aunque en febrero pasado se acordaron ciertas reformas. Para muchos no han sido suficientes, pues subsisten temas como las competencias atribuidas totalmente a la Unión, más aquellas mixtas y las que conserva cada país. Todas difíciles de implementar, sumamente técnicas, que han otorgado grandes poderes a la burocracia de Bruselas, que los electores perciben como desproporcionada, cara e ineficiente.
La migración desatada en los últimos meses y su falta de integración, discriminaciones, más los casos de terrorismo e inseguridad, también han sido decisivos, a pesar de que Gran Bretaña ha mantenido excepciones particulares (moneda y otras), no se han considerado suficientes. Perciben que hay una amenaza a los puestos de trabajo y a la seguridad social en la salud pública, en desmedro de los propios británicos. Además de factores emocionales.
El actual Gobierno advirtió sobre los riesgos del Brexit, pero no fue atendido, ya sea por alarmista, o porque la campaña de recuperación de la identidad británica y los valores que implica, han primado. Los defensores de la Unión quedan seriamente cuestionados y renuncia el Primer Ministro, Cameron, que encarnó la permanencia. Algunos advierten que podría reactivarse un nuevo intento separatista de Escocia, que no hace mucho optó por seguir en el Reino Unido. Otros ven un serio ejemplo para más europeos, donde los separatismos regionales y los nacionalismos más radicales, como en Francia, Italia o España, son una realidad. Se suman las consecuencias económicas, laborales, en inversiones y muchas otras áreas comerciales.
Corresponderá negociar con el Consejo de la U.E. los términos del desmembramiento británico, según el Tratado de Lisboa (Art. 49 A), los que requerirán de la aprobación del Parlamento Europeo. No será fácil un nuevo acuerdo que busque preservar a los ingreses una Unión Aduanera con el resto de Europa. Tal vez muchos deseen hacerles pagar su desprecio y arrogancia, como algunos líderes han anticipado. Los efectos bursátiles son evidentes, para la Libra y los mercados. Aunque se superen, atravesarán un período de fragilidad y adecuación.
Estados Unidos, su relación privilegiada con Gran Bretaña, y las elecciones presidenciales, podrían verse influenciadas. Hasta Chile, con su Acuerdo de Asociación Política e Integración Económica con la Unión, deberá evaluar su comercio e intercambio bilateral. Por sobre las contingencias, ha sido una desilusión para el gran proyecto integrador europeo, que pierde buena parte de su esencia política y divide los británicos. Un golpe serio para la Unión Europea, porque se han privilegiado los intereses individuales por sobre los colectivos.