Todo un éxito resultó el Concurso «Palabras a Los Andes» organizado por la Biblioteca Municipal con motivo del 229 Aniversario de Fundación de Los Andes, ya que participaron 80 cuentos, entre ellos enviados por varios chilenos residentes en el extranjero, como Colombia, España, Guatemala, Estados Unidos, Argentina, los que se suman a las personas que hicieron llegar sus escritos de varias regiones del país. El resultado fue el siguiente:
Primer lugar: «Telepatía». Autor: Mario Fuentes San Martín, de Viña del Mar
Segundo: «Yo, Miguel Angel». Autora: Irene Mora Gutiérrez, de Los Andes
Tercero: «Exploración 229: Los Andes 2107». Autor: Abraham Lara Gallardo, de Los Andes
Menciones Honrosas:
El tren de los hermanos Clarck. Autor: Miguel Osvaldo Flores Pérez, de Valdivia.
Es mi tierra. Autora; Alejandra Doepking Martini, de Frutillar
El sueño. Autor: Maury Antonio Soto Torrealba, de Los Andes.
Telepatía.
Telepatía, ese extraño fenómeno de trasmitir pensamientos entre dos personas, sin pronunciar ni una sola sílaba.
Fue a la hora del té, que llegaron de improviso esas visitas, importantes. Parientes queridos, que hace tiempo no veías y que de pronto aparecen en la puerta de tu casa.
Entre los abrazos, besos y exclamaciones de alegría, mi padre pensó; – vienen a tomar el té. – Lo único que tengo en el refrigerador, es un poco de “Dorina”, trasmisión de pensamiento de mi madre. – Manda al cabro a comprar un poco de fiambre a “Omeñaca”. Este diálogo no lo escuchó nadie, era una comunicación telepática, conversaciones sin intervención de los sentidos, que tienen las parejas, cuando llevan muchos años juntos, lenguajes, que se trasmiten por la dilatación de las pupilas, la mirada profunda, el rictus tenso, o la palidez o el tono rojizo de la piel, telepatía que en ocasiones, se subraya con una patadita en los tobillos, por debajo de la mesa. Con los escasos ahorros de mi madre, agarré mi bicicleta, una forma generosa de decir, pues era un marco color azul eléctrico, pintada con una bomba de “Fly”, con dos ruedas, bicicleta impúdicamente desnuda, al aire, a la vista de todos sus intimidades, sin frenos, sin guardabarros, sin cubre cadena, de pedal una punta de lanza, de acero brillante y punzante. Bicicleta compañera, hiriente y traicionera, recuerdo aquel día, que estrené un pantalón de pata ancha, hecho por un sastre de la calle Avendaño, a la entrada de Centenario, ocasión en que mi querida bicicleta embriagada de celos, en el día de estreno del pantalón, lo mordió con su dentadura de corona y cadena y lo molió hasta matarlo. En la esquina de Maipú y Tres Carrera, apoyé el pedal en el cordón de la verada, sin precaución ni temor a robo alguno, tiempo en que nadie se interesaba por una bicicleta abandonada, menos por la mía. Guardé el paquetito en el bolsillo delantero derecho del pantalón. Fue entre la tienda “La Batalla”, en cuyo portal, arriba y ambos lados, colgaban estandartes de ropa colorinche, la preferida por la gente de campo, de fondo por un altoparlante rancheras de los “Hermanos Bustos” y el bar “El Crack”, juntadera a toda hora de ferroviarios. Allí fue donde sentí la caída en medio de la calle del paquetito con fiambre, imploré al Santísimo, que las ruedas del micro del “Choroy”, que viajaba a San Felipe por Tocornal, no lo pisara. Se ve que El, estaba ocupado por otra cosa más importante, pues las ruedas delantera y trasera molieron el paquete. La gran gentileza, de “Omeñaca”, fue recomponer solo el papel, para envolver el fiambre hecho puré. El cabro telepáticamente, escuchó en casa, que le iban a sacar la cresta, por pavo. SEUDONIMO; MARIOTTE.
(Continúa mañana el resultado de los ganadores del concurso)
