Por: Juan San Martín Méndez
Bajo este mismo título -Hidalgos del Mar- el ya fallecido escritor nacional Jorge Inostroza, en una pequeña pero magistral obra, realiza un extraordinario análisis comparativo de las personalidades de don Arturo Prat Chacón y de don Miguel Grau y Seminario.
El destino quiso, que ambos cruzaran sus vidas en diversas circunstancias; hasta el destino final de uno de sus protagonistas -el 21 de mayo de 1879-, justo al mediodía.
La historia descubre las tres veces que ambos marinos cruzaron sus miradas. La primera de ellas cuando el Cadete Prat (integrando una delegación de la Armada de Chile), regresan al país desde el Perú, los restos de don Bernardo O’Higgins. El oficial encargado de su atención, era el teniente 1º de la Armada peruana, Miguel Grau.
La segunda ocasión se presentó en Buenos Aires (Argentina) en donde el capitán Prat efectuaba labores de inteligencia, siendo agregado naval en dicho país, el ahora capitán de navío, Miguel Grau.
Y la tercera el día del Combate, en aquel entonces, aguas peruanas, la bahía de Iquique (llamada también Rada) con su destino, «el broche notable de heroismo y entrega a la patria», del comandante chileno.
Entre dos fuegos, el de tierra de los artilleros del General Juan Buendía y desde el mar, las baterías móviles del acorazado Huáscar, la vieja Esmeralda se vio obligada a enfrentar combate en alta mar, quedando a merced del espolón del blindado.
El capitán del Huáscar le adelantó a Grau: ¡Almirante creo que el combate será breve! Tenemos mucha ventaja. Los cañones enemigos no penetran nuestro blindaje y al parecer tiene problemas en sus máquinas.
Grau sutilmente responde: ¡Se equivoca capitán! conozco a su comandante. Es un místico, sincero creyente y valeroso marino. ¡No se rendirá y combatirá hasta el final! ¡Prepárese para un combate prolongado! Efectivamente, cuatro horas duró el desigual enfrentamiento. La Esmeralda, destruida por 3 espolonazos y blanco de armas ultra modernas en su época se hundía con sus dos pabellones tricolor jamás arriado. Su tripulación diezmada y los pocos sobrevivientes luchando contra las olas buscando la costa cercana, era auxiliada por los marineros peruanos.
La odisea había concluido. Grau, en un gesto maravilloso envió a la viuda de Prat sus pertenencias personales y su espada de combate.
La historia de Chile, rinde homenaje al caballeroso marino peruano, quien al poco tiempo de transcurrido estos hechos perece también en combate.
Los Hidalgos del Mar, se encuentran en los cielos a la mano de Dios, en espera del juicio final «La Historia ya los inmortalizó».