Por: Ivonne Rosas
Psicóloga PUCV
Clínica Vida Salud, Los Andes
Es común hoy en día ver a muchos padres y madres verdaderamente angustiados por una tarea que les resulta titánica: regular las conductas de sus hijos pequeños o adolescentes. Manifiestan haber probado diferentes técnicas, estrategias o castigos sin que ninguno de ellos les haya ayudado a manejar las pataletas o conductas rebeldes de sus hijos. Sienten en su fuero interno que conviven con hijos insufribles, dispuestos a romper toda regla básica de convivencia, sin límites, que resuelven todas las situaciones mediante golpes o llantos desconsolados y que parecen buscar diariamente nuevas acciones que desafíen y contradigan directamente las normas establecidas en la familia.
Es en este escenario, donde los padres, madres o cuidadores deben tomar la decisión de si pedir ayuda profesional o no. Para esto, proponemos las siguientes distinciones básicas para orientar a los padres sobre la situación que viven y la pertinencia de un trabajo directo y sistemático con un apoyo profesional.
Primeramente, es fundamental que cada padre/madre conozca y sepa que a la base de todo trastorno conductual existen factores biológicos, psicológicos y ambientales que lo provocan y mantienen en el tiempo. Por ende, cualquier trabajo que busque atenuar estas conductas debe abordar de forma integral estos tres tipos de factores.
En segundo lugar, de acuerdo a lo establecido por la psiquiatra infanto juvenil Amanda Céspedes en su libro Niños con pataleta, adolescentes desafiantes, los trastornos conductuales son factibles de dividir en tres grupos: conducta rebelde propia de una etapa particular del desarrollo, conducta rebelde reactiva y conducta rebelde como expresión de una psicopatología. Realizar una diferenciación acertada (o diagnóstico certero) sobre a cuál de estas categorías de trastorno conductual corresponde la situación que pueda estar viviendo su hijo o hija es importantísima para el tipo de tratamiento a seguir. Así, los tratamientos efectivos para el abordaje de conductas desafiantes en niños y adolescentes son los que se fundamentan en la identificación de los factores que las provocan, facilitan y empeoran. Es decir, es necesario ir al origen.
Antes de acudir a la ayuda profesional cada padre/madre debe reflexionar y considerar el tiempo que la conducta desafiante ha permanecido, si existen factores estresantes nuevos en la vida del niño, niña o adolescente y hacer memoria de las condiciones prenatales y de alumbramiento (tiempo de gestión, presencia de sufrimiento fetal, duración del periodo de lactancia, etc.)
Estimada madre, padre o cuidador(a), es también vital eliminar ciertos mitos sobre las conductas transgresoras de niños, niñas y adolescentes. Como por ejemplo: la conducta oposicionista o transgresora de los niños, niñas y adolescentes obedece a una conducta bravía innata que debe ser subyugada; las recetas como “aplique mano dura” o “no se deje manipular” son las más efectivas; es un mal padre, madre o cuidador el que no puede abordar o lidiar con las conductas transgresoras o desafiantes de su hijo o hija; una vez que la actitud oposicionista está presente no puede ser cambiada y es necesario aprender a convivir con ella.
Tomando en cuenta todos estos antecedentes, resulta coherente y necesario pedir apoyo profesional cuando las diferentes áreas vitales del niño, niña o adolescente se ven afectadas negativamente por la conducta oposicionista: la vida familiar, relacional, educacional y social se ven truncadas y son percibidas por los mismos padres/madres como caóticas y desorganizadas. Cuando vea estas dimensiones afectadas pida ayuda y orientación profesional.