Tomado del libro de Héctor Miranda A. (Libre adaptación)
LA VILLA DE LOS ANDES DESPUES DEL DESASTRE DE RANCAGUA.– Santa Rosa de Los Andes en los primeros días de octubre de 1814, fue colmenar humano al pie del inmenso muro nevado de la cordillera. Nunca, desde su nacimiento vio tantos rostros extraños, serenos unos, entregados al terror y a la desesperación los otros. No era cuesión de días, sino de horas y minutos, la llegada de nuevos contingentes de hombres y mujeres, ancianos y niños. Era necesario, a veces, abandonar algún pariente o una prenda de importancia, echarse a la espalda bultos y fatigas, y partir al destierro. ¿Quién no arriesgó su vida ante los peligros de la senda imprecisa, con la alternativa de terminar su existencia en un precipicio o aplastado por la nieve, para no ser víctima de la saña de los godos?
