Tomado del libro de Bernardo Cruz A. (Libre adaptación)
LA MUERTE DE TRASLAVIÑA, SALINAS Y HERNANDEZ.- «Cuatro horcas que amanecieron el día 5 de diciembre en la plaza anunciaron que iba a ejecutarse la sentencia. Un inmenso gentío había acudido a presenciar el espectáculo. Las circunstancias de los condenados, les granjeaba las simpatías de la multitud. Cuando a las 11 de la mañana salieron de la prisión para marchar al cadalso, ninguna señal de aversión, ningún grito de escarnio se levantó contra ellos. El pueblo los contempló trémulo, azorado, sombrío. Probablemente la mayoría de los circunstantes los miraba como mártires, y se sentía en su conciencia reo del mismo crimen, si crimen era aquél. Traslaviña, Salinas y Hernández fueron sucesivamente ajusticiados; su corta edad había salvado al joven Lagunas de la muerte, pero no de una agonía más espantosa que la misma muerte. Por un refinamiento de crueldad se le hizo acompañar a sus amigos hasta el suplicio, y se le obligó a permanecer al pie de la horca al tiempo de la ejecución de cada uno. Los tres cadáveres fueron dejados suspendidos de las cuerdas».