Por: Eugenio Astudillo Leal
La Historia es una ciencia que se basa en los hechos, de cualquier forma, narrado o escrito, que pone en conocimiento el registro de algo, que permite tener una idea de algo, generalmente importante, como en este caso, para la historia de Los Andes, haya sido algo positivo o negativo, pero que haya sucedido.
Volvía a la tranquilidad Los Andes despues del trágico accidente de los cuatro bomberos en el río Aconcagua, el 25 de noviembre de hace treinta y tres años, y la ciudad bullía, ahora con más razón, por la proximidad del plebiscito del Si y el No, y otras elecciones que iban a dar comienzo a la restauración democrática del país, y ahora también, además, buscando culpables por el accidente de los bomberos, ya que la ciudadanía ya sabía que la orden de rastreo del río la había dado el señor Gobernador de Los Andes, a petición de la Cancillería chilena, quienes habían recibido la solicitud del Gobierno argentino, en razón de redoblar el esfuerzo en encontrar los restos mortales de cinco cadáveres de choferes trasandinos, caídos con sus vehículos al torrentoso rio. Aparte de lo anterior, en los últimos días había también un par de chilenos desaparecidos en el mismo lecho.
Por esta situación, el señor Gobernador, había citado a bomberos un par de días antes, para coordinar mejor la acción, y así fueran mejor preparados todos los rescatistas, cosa que así se hizo, razón por la cual esa mañana del llamado de Comandancia, todos los rescatistas llevaban sus mejores equipos, y sus familias sabían que iban al río.
Entre la primera y segunda semana de diciembre de ese año, después del accidente, los tramites de las pensiones para los deudos quedaron lista, y sus observaciones legales también, pero vendría lo peor. El clima preelectoral de entonces, en donde todo estaba permitido, llenó páginas y noticias con la tragedia, hasta cuatro días después de sucedida esta, porque el 29 de noviembre, en el río Maipo de Santiago; en ese mismo año lluvioso, arrasó con una Central Hidroeléctrica llamada el Alfalfal y dejó cuarenta y una víctimas fatales entre fallecidos y desaparecidos, situación que desvió el asunto sobre el tema de los bomberos y su orden gubernamental recibida, solo quedaron algunos personajes, que siguieron buscándole otras responsabilidades políticas al tema, pero no con mucha insistencia.
Cuando todo parecía volver a la normalidad, a unos dos a tres meses pasado el accidente de los bomberos, llega hasta nuestro cuartel de calle Esmeralda, un par de Inspectores de la Superintendencia de Valores y Seguros, a revisar una denuncia hecha por un ciudadano anónimo, por un correo fechado en Los Andes, en donde informaba que una de las pensiones otorgada a la familia de un voluntario fallecido en la tragedia del río, estaba viciada, por lo cual quedaba suspendida y los montos cancelados a la fecha debían ser reembolsados.
La situación fue dura y triste, porque el tema se basaba en una disconformidad de firma de un documento de uno de los extintos bomberos, que dada la mala intención del anónimo informante, ponía de sobre aviso a esa entidad contralora, y ahora sería más difícil volver a conseguirla. Después de este desgraciado e infeliz acontecimiento, en el cual tuvimos que hacer muchos trámites extras, por la desconfianza que originalmente los auditores de dicha entidad tenían con bomberos por lo sucedido, logramos por el azar, solucionar el tema, cuya regularización vino a través del Ministerio del interior, el que visto el caso de los cuatro mártires, la deleznable denuncia de la carta anónima, situación vergonzosa que había podido ser solucionada por otro conductos, ya que en nada ponía en duda la honestidad y transparencia de los bomberos, y por último para dar un espaldarazo a la función de bomberos, el Gobierno de Chile otorgó al bombero objetado por el “infáme señor anónimo”, una Pensión de Gracias especial llamada entonces Presidente de la República.
He contado esta verdad histórica, después de muchos años, para destacar hasta dónde llega el aprovechamiento político de todo tipo de cosa relevante, sea de lo que sea, en momentos preelectorales, en donde se pueda sacar redito de poder, económico y de mando, sea digno o indigno, pero que sirva para obtener votos, como en ese caso de hace ya 33 años atrás, que puso en riesgo el beneficio de las pensiones de estos mártires bomberos, que nada tenían que ver con el tema eleccionario.