Por: Ps. Felipe Briones – Colegio Claudio Gay
Imagina que tu hijo maneja una moto por una carretera, acelera, frena, adelanta e incluso a veces se cambia de pista, o incluso puede ir contra el tránsito. Imagina que tú como papá, mamá o cuidador eres el encargado de instalar las señales del tránsito, las barreras, la luminaria e incluso de pintar la línea que que divide los sentidos del camino. Debes hacerlo bien, de lo contrario tu hijo se saldría del camino, perdería el sentido, podría chocar o tener un accidente.
El problema es que a veces como encargados de seguridad en la carretera, hacemos la línea que divide el camino con rabia, entonces queda “chueca”, instalamos letreros sin tomar en cuenta el paisaje y nos quedan poco visibles, ponemos las barreras de contención con miedo y nos quedan débiles, calculamos mal la cantidad de luminaria y el camino a ratos se vuelve oscuro.
En el transitar de la crianza de los niños, es importante y necesario hacer bien nuestro trabajo como encargados de la seguridad y el bienestar. Y como vemos en la metáfora anterior, la condición emocional en la que nos encontramos los adultos cuidadores de los niños, es fundamental.
El criar ha de ser una labor que requiere que estemos conectados con lo que sentimos y más aún, conscientes de cómo esto afecta la manera en la que abordamos y elaboramos aquellas situaciones que buscan dar seguridad, educación y bienestar a los niños.
La máxima dice que no podemos regular a un niño si no estamos regulados. El punto de partida para conseguir este objetivo y aportar al desarrollo de los pequeños, es nuestra propia capacidad de autorregularse, para enfrentar situaciones estresantes y por consiguiente, actuar de una manera bien tratante en la cotidianidad misma. La crianza exige cierto nivel de trabajo en nuestro desarrollo personal. El contacto habitual con los niños exige que sepamos que es lo que ellos necesitan de nosotros.