Por: Antonio de Pedro Marquina
Si lo que se pretende es anular la conciencia religiosa del pueblo, y además, no se respetan los principios esenciales de la Ley Natural, no extrañe a nadie que nos encontremos con tantos problemas morales, que por supuesto, no se resuelven con medidas penales, como estamos viendo. Hace falta una “formación integral”, incluida como es natural la religiosa, que comienza en el seno de la familia y debe completarse en escuelas normales, es decir, no instrumentadas por ideologías de ningún género.
Algo va mal, cuando las universidades españolas, antes tan universalmente consideradas, hayan caído tan bajo. Da que pensar.
Sobre educación no habrá nunca consenso, porque los partidos políticos están más preocupados por sus intereses que por el bien de España, Nación, Patria, Autonomía, Comunidad etc. o como se quiera llamar al solar en el que habitamos. Malo es también, que no haya consenso en cómo llamarle.
Sin una educación de base religiosa es imposible conseguir un nivel moral pleno. No basta con instruir, hay que educar.
Instruir es, por ejemplo, dar a conocer las reglas de un determinado deporte, o de cualquier otra materia. Educar es otra cosa, para eso hace falta experiencia, cultura y capacidad de amar, de amar al otro, querer su bien, y esto se consigue solo en el seno de la familia y por elevación, en los que se dan al servicio de Dios y del prójimo. Y nadie puede vivir ese amor si antes no se le ofrece una formación integral, humana y religiosa a la vez.
La realidad que estamos viviendo es que, o nos damos toda clase de “Derechos humanos”, que nadie cumple o nos inclinamos por “planteamientos autoritarios” siempre dañinos, como demuestra sobradamente el devenir de la historia. Así de triste es cuando nos apartamos de nuestra condición de criaturas dotadas espiritualmente, porque se está perdiendo la conciencia moral de la existencia humana.
Varios siglos antes de Cristo, un griego ateniense, SÓCRATES, reconocido como el Padre de la Filosofía Moral, nos dejó esta sentencia: “El conocimiento es la Virtud, y solo si se sabe, se puede divisar el bien”.
¡Cuánto podemos aprender de nuestros antecesores! Destruir es propio de bestias, para construir se precisan Maestros. El odio rompe, el amor une. Toda enseñanza que no vaya dirigida al “bien común”, a trabajar por la paz y la unión fraterna entre todos, a mí me parece que es puro egoísmo personal de algunos líderes, que se creen omnipresentes e imprescindibles.
En definitiva, para que la convivencia terrena sea eficaz y buena, debe estar inspirada por el amor, no por la indiferencia, o el odio.