Por: Luis Aravena Rodríguez, Miembro de Número
Instituto O’Higginiano de Chile
El 12 de febrero de 1817, tras una lucha, encarnizada, bizarra y gloriosa se consolida la independencia de Chile. Sin lugar a dudas, que esta memorable gesta épica, marca una impronta de un antes y un después en la causa emancipadora americana.
La Batalla de Chacabuco, es hito trascendente. Impulsa la extensa jornada libertadora comenzada con las Juntas de Gobierno de 1810, —25 de mayo y 18 de septiembre—en Argentina y Chile. Chacabuco se concibe en Mendoza. Hasta allá llega—a matacaballo—la hueste O’higginiana desbaratada en Rancagua.
En el exilio, cargaban en sus conciencias reivindicacionistas la frustración recurrente que caracterizaba el fracaso de la derrota y la pérdida de vidas militares y civiles. Entre quienes resolvieron continuar la lucha más allá de las fronteras de la patria, destacaban un grupo de oficiales que se habían distinguido en las campañas de la Patria Vieja, siendo Bernardo O’Higgins la figura más representativa de aquellos patriotas. Sigue con especial interés esta iniciativa, quién la respalda finalmente, el Gobernador—Intendente de la Provincia Argentina de Cuyo, don José de San Martín, quién dirige el curso de los acontecimientos, acogiendo la idea de O’Higgins, haciéndolo partícipe de su visión estratégica y visionaria para reencauzar la lucha, resumiéndola en organizar una fuerza poderosísima para, inicialmente, liberar a Chile y posteriormente, atacar la base del poder colonial español, radicado en Perú.
El diseño táctico militar de la incursión de fuerzas, estuvo liderado por el General San Martin, quién con dedicación y muchas horas de desvelo, elaboró la estrategia para desafiar a las fuerzas realistas comandadas por el Brigadier Maroto. A mediodía comienzan aquel 12 de febrero, las primeras escaramuzas, donde, con el correr de las horas, se combate con ferocidad y heroísmo, finalizando con la victoria final del ejército patriota. Chacabuco fue la derivada que fundió la confluencia del genio estratégico de San Martín, junto al temple espartano de O’Higgins.