Por: Dr. Denis Panozo Villarroel
Una tercera parte de la población adulta de todo el mundo mantiene la capacidad de digerir la lactosa. Se estima que aproximadamente 15 a 20% de los europeos del Norte y el Oeste, y el 90% de asiáticos, africanos y nativos americanos sufren de intolerancia a la lactosa.
La intolerancia a la lactosa (hipolactasia) en forma primaria resulta de la incapacidad para digerir la lactosa, que es la azúcar predominante de la leche Esto se produce por la escasez de la enzima Lactasa, que se produce en el intestino delgado. La lactasa descompone el azúcar de la leche (lactosa) en formas más simples (glucosa y galactosa), la cual puede ser absorbido en el torrente sanguíneo. La actividad de la Lactasa comienza a disminuir después del destete del bebe.
A menudo los síntomas no se diagnostican fácilmente, por lo cual pueden pasar años de sufrimiento, los principales síntomas son flatulencia, nauseas, distensión abdominal, dolor, calambres y diarreas, por lo cual la calidad de vida de estos pacientes que no pueden consumir leche y todos sus derivados es pésima.
Frente a esta sintomatología de sentir molestias abdominales al consumir derivados lácteos, es concluyente para ser el diagnostico de que hay una intolerancia a la lactosa. Se puede confirmar el diagnostico, pero las pruebas son engorrosas y caras. Estos pacientes tienen que suplementar con calcio su dieta toda su vida para mantener una buena calcificación de sus partes óseas.
Ahora también hay personas que padecen en forma secundaria, es decir nacieron normal y posteriormente por daños en las paredes intestinales pierden esa capacidad, estamos hablando principalmente de dos enfermedades conocidas, como la Enfermedad Celiaca y la Enfermedad de Crohn, que alteran gravemente las vellosidades del tubo digestivo. Por lo cual dan sintomatología semejante a la intolerancia a la lactosa, son patologías crónicas que deben ser manejadas muy bien para evitar un daño nutricional a los que lo padecen.
Como todas las enfermedades, siempre recomiendo que debamos conocerla bien, aprender lo más que se pueda de ella, para poder convivir con esta, de tal forma de no permitir más deterioro por omisión o falta de cuidados. Más vale tenerla de amiga que de enemiga.