LA CONFESIÓN: Un sacramento olvidad

LA CONFESIÓN: Un sacramento olvidad

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José Ramón Toro

Por: José Ramón Toro, profesor Liceo Max Salas Marchán

La Iglesia Cristiana Católica, celebra el tiempo de Adviento es decir; el tiempo que prepara la Navidad. Hay mucho que escribir sobre ello pero, me detendré en el Sacramento de la Confesión, sobre todo en el contexto del Año de la Misericordia recién comenzado.

El Sacramento de la Confesión, llamado también Sacramento de la Reconciliación es, sin lugar a dudas, uno de los más olvidados por la gran masa de los católicos. Y, esto es muy preocupante pues, hace entender o tener una visión de una humanidad soberbia, autosuficiente, auto complaciente. El hombre, convertido en juez y parte.

Es cierto que han sucedido muchas cosas dolorosas que hacen cuestionar la credibilidad, el prestigio y honra de quienes administran este sacramento pero, tengo la certeza que la debilidad humana no toca, ni disminuye, ni hace dispensable la profunda realidad de la Gracia de Dios, que nos llega por medio de este sacramento cual es el Perdón.

Y, atrevidamente, quiero mostrar el otro lado de este sacramento, el menos aclarado. Lo más importante no es el contar o decir los pecados a un ministro de fe (sacerdote, obispo, cardenal e incluso al mismo Papa). Lea bien. Lo más importante es Confesar la Gracia de Dios; Padre, Hijo y Espíritu Santo en nuestras vidas. ¡Eso es lo más importante decir! En segundo lugar, los pecados. La confesión es dar testimonio del amor de Dios en nuestra historia o biografía. ¡Eso!

Lo más importante es confesar la misericordia de Dios.

¡Dios! Que atrevimiento más grande tengo al escribir y dar testimonio de esto….

El demonio se encarga de convencerle para no acudir a este sacramento con los algunos de estos argumentos:

¿Vas a decirle tus pecados a otro pecador?…

¿Para qué confesarte, si volverás a cometer los mismos pecados?

Lo que crees es malo, todos lo hacen, entonces ¿por qué lo consideras pecado?

O bien, le hace sentir una tremenda vergüenza con tal de alejarle del sacramento.

También le hará creer que su debilidad es una especie de enfermedad sicológica

Por último le puede hacer creer que solo su arrepentimiento y una oración personal, pidiendo perdón a Dios, bastará para poder comulgar en esta navidad.

Aclaro que, la materia (la evidencia), en el sacramento es el pecado y debe decirse pero, lo más importante es reconocer la misericordia de Dios en su vida. ¿Cómo hacerlo?

¡Fácil!, pero difícil.

En primer lugar. Piense en sus Yo Soy positivos, sin temor. Pero, a éstos, necesariamente deberá agregar el ¡Gracias a Dios!

Por ejemplo: ¿Soy honrado?. Diga, entonces, soy honrado gracias a Dios. Gracias a Dios porque no me ha dejado caer en tentación (Padre Nuestro) Y, deberá confesar y dar testimonio: ¡Doy gracias a Dios y bendigo su Santo Nombre, porque no me ha abandonado en los momentos de tentación y me ha auxiliado para llevar una vida honrada!

¡No tema! Con esto hace realidad la primera súplica del Padre Nuestro: ¡Santificado sea tu Nombre!

Y, puede seguir preguntándose…. ¿Soy fiel?, ¿Soy veraz?, ¿Soy justo? ¿Soy generoso? ¿Soy persona de paz?, ¿Soy responsable? ¿Soy inteligente? ¿Soy prudente? ¿Soy consejero? ¿Soy creíble? ¿Soy hijo? ¿Soy madre, padre? ¿Soy adolescente, joven, maduro o de tercera edad? ¿Soy perseverante? ¿Soy bueno? ¿Soy noble? Solo pregúntese, no se califique si lo ha hecho bien o mal, si ha sido bueno o malo. Esta etapa es solo para dar gracias de lo que es y nada más.

Y, verá que estará haciendo realidad la primera súplica del Padre Nuestro ¡Santificado sea tu Nombre! Y, esto ¡Esto! ¡Por Dios! le dolerá muchísimo al demonio.

Es fácil, pero muy difícil. ¡Inténtelo!

Y, ¿Los pecados cuándo?…Déjelos tranquilos, por el momento, ahí en su conciencia.

En segundo lugar. Fíjese en todas las cosas buenas que ha sido capaz de hacer. ¡En todas!

Desde que tiene conciencia hasta la fecha. ¡En todas!. Porque, en todas ha estado Dios.

¿Ha sido capaz de amar? ¿De perdonar? ¿De acompañar a un enfermo? ¿De dar algo a otra persona? (no lo que le sobra) ¿Ha sido capaz de comprender a otro? ¿Ha sido capaz de poner a dos personas “en la buena”? ¿Ha sido capaz de corregir sin herir? ¿Ha sido capaz de frenar su lengua? ¿Ha sido capaz de mantener su palabra o promesa? ¿Ha sido capaz de levantar a un caído? ¿Ha sido capaz de hablar de Dios aunque otros se rían de usted? ¿Ha sido capaz de ser fiel? ¿Ha sido capaz de hablar sin violencia? ¿Ha sido capaz de levantarse después de un revés en la vida? ¿Ha sido capaz de dar siempre gracias a Dios? ¿Ha sido capaz de haber dado un buen consejo? ¿Ha sido capaz de ser fuerte? Y, muchas otras situaciones que la vida le ha deparado. En todas ellas debe descubrir que ha sido capaz ¡Gracias a Dios!.. le repito….: Ha sido capaz ¡Gracias a Dios!

¡Cuidado!. Esto enojará mucho al demonio y le hará creer, por ejemplo que, estoy escribiendo puras estupideces, que todo lo logrado ha sido gracias a su esfuerzo. (Eso se llama soberbia) Y, le hará reír y voltear esta página. En fin. ¡Cuidado!

Y, cuando haya superado esta tentación (si la tiene), recién, reflexione acerca de cómo ha sido su respuesta ante tantas maravillas de Dios. Y, recién piense en sus pecados. Verá, entonces, que la confesión no es un simple desahogo o catarsis. Es algo serio, es reconocer la misericordia de Dios en su vida y, ¡Confesarla!.

Entenderá que, este sacramento, no es solo decir una larga lista de pecados sino que es un dar testimonio y ser un Testigo de la Misericordia de Dios en su vida. ¡Esto es lo que mueve al arrepentimiento!, no el miedo al castigo, sino lo mucho que nos ha amado Dios..

Y, una palabra a “los curitas”. Ellos debieran preguntar en el confesionario: ¿Cómo le ha amado el Señor? ¿Tiene algo por el cual bendecir y alabar su Santo Nombre? (Santificado sea tu Nombre) Y, después de escuchar su testimonio, recién debieran preguntarle ¿De qué pecados está arrepentido?.

Que sea feliz.

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