Por: Hno. Angel Gutiérrez Gonzalo
Entre las cosas bellas que se están dando en el hoy de la vida de nuestra Congregación Marista se encuentra el deseo, en muchos laicos, de vivir la espiritualidad que brota del carisma otorgado a Marcelino Champagnat por el Espíritu Santo.
Los Hermanos estamos empeñados en dar a conocer esta espiritualidad al mayor número de personas, profesores, padres y apoderados, administrativos y auxiliares, alumnos y exalumnos.
Poco a poco, van surgiendo las comunidades y fraternidades maristas en los 82 países donde estamos presentes los Hermanos Maristas.
Ser Marista es un estilo de vida. Es vivir el evangelio al estilo de María y de San Marcelino Champagnat. Con frecuencia hablamos de “espíritu marista”, pero, ¿qué significa esto?. La respuesta la da un padre de familia, exalumno marista amante de María y de Champagnat. “Para mí, dice, no es una teoría, sino una forma de vivir”.
•Una manera de vivir la familia, como primer lugar de educación de los hijos, educación en los valores del compartir, de la escucha, de la ayuda mutua, del perdón, pero también del despertar al amor de Dios presente en Jesucristo, en la familia, lugar de aprendizaje.
•Una manera de vivir en pareja, compartiendo la responsabilidad. Ayudándose en los trabajos de la casa, siendo apoyo el uno para el otro, atreviéndose a dar testimonio de que la fidelidad es todavía hoy un camino de felicidad, de bienestar y una fuente de amor renovado.
•Una manera de vivir en el mundo del trabajo, en donde los únicos valores reconocidos son los del triunfo profesional, el éxito financiero, las relaciones llamativas. Contemplar a Marcelino, recibir las decisiones de los superiores como signo de la voluntad de Dios me ha ayudado mucho a vivir unos valores diferentes de los que son apreciados en el mundo profesional: estar donde Dios me quiere sin desear otro puesto; hacer bien lo que debo hacer, discretamente, sin tratar de venderme para ser ascendido, sino impulsando el trabajo en equipo, la ayuda mutua y las relaciones humanas.
•Una manera de vivir mi relación con Dios, mirando a María totalmente indiferente ante el Dios que va a conducirla desde la Anunciación hasta Pentecostés, despojada de todo para ser más libre. La espiritualidad, dice nuestro exalumno, se recibe como un don, no se impone. Un día, después de haber realizado una reunión entre Hermanos y laicos, María se introdujo clandestinamente en mis maletas. En otra ocasión un Hermano me reveló lo que era “Marista” en mi vida.
Poco a poco he descubierto que pertenecía a la “Familia Marista” y me he comprometido en ella, respondiendo a una llamada que puede más que yo.
Estimados amigos Maristas: hoy, más que nunca, “nos sentimos llamados a profundizar nuestra identidad específica de Hermanos y de Laicos(as), al compartir vida, es decir: espiritualidad, misión, formación…”.