Por: Dr. Denis Panozo Villarroel
Desde los orígenes de la ética occidental en Grecia, hacia el siglo IV a.C., se realizó una primera distinción en el conjunto de los saberes humanos, entre los teóricos preocupados por averiguar ante todo qué son las cosas, sin un interés explicito por la acción, y los saberes prácticos, a los que importa definir qué debemos hacer, cómo debemos orientar nuestra conducta. Una segunda distinción, ahora dentro de los saberes prácticos entre aquellos que dirigen la acción para obtener un objeto o un producto concreto (como en el caso de la técnica o el arte) y los que siendo más ambiciosos, quieren enseñarnos a obrar bien, racionalmente, en el conjunto de nuestra vida entera, como en el caso de la ética. En las consideraciones de esta última están los recursos para lograr la felicidad, independientemente de las circunstancias en que nos encontremos.
Aristóteles (384-322 a. C.) fue un hijo de un médico de la antigua Grecia y es considerado el hombre de mayor inteligencia que ha existido en todos los tiempos. La profundidad de sus pensamientos y la variedad de sus temas que abordó no tienen parangón con lo realizado por persona alguna en la historia de la humanidad. En lo que a moral se refiere, fue quien elevó la ética a la categoría de disciplina filosófica y la ordena en torno a la felicidad.
La filosofía moral es en la actualidad uno de los temas filosóficos que es objeto de mayor debate porque tiene una relación directa con las conductas de las personas en diversas circunstancias. Dentro de esta disciplina Aristóteles postuló que todo acto humano tiene como meta final lograr la felicidad. Este sería el objetivo de cada una de nuestras acciones, ahora frente a la alta prevalencia que tienen en la sociedad la insatisfacción, frustración y tristeza que nadie podría sostener que son manifestaciones de felicidad, lo que a su vez se traduce en que la venta de antidepresivos está a la cabeza de la comercialización de fármacos, es pertinente reflexionar si efectivamente las acciones que realizamos nos aproximan a la felicidad o tienen una orientación equivocada.
Actualmente, en lugar de investigar sobre nuevos fármacos cada vez más potentes y efectivos para mejorar el ánimo de las personas, debemos reflexionar en forma crítica sobre los intereses que privilegiamos y cuáles son las consideraciones que tomamos en cuenta para decidir ante los dilemas que nos pone el diario vivir con el objeto de poder disfrutar de mejor manera nuestro trabajo.
La ética puede ser de gran utilidad para permitirnos disfrutar del trabajo a pesar de las muchas dificultades que debemos enfrentar diariamente. El desgaste al que todos estamos expuestos en estos tiempos, puede ser significativamente atenuado, si damos mayor importancia a las recomendaciones de la ética en nuestra relación con nuestros compañeros de trabajo donde nos desempeñamos, los conflictos serían menores. La ética es esencialmente un saber para actuar de un modo racional, orientando la acción hacia el perfeccionamiento humano, que nos proporcionara la anhelada felicidad.