Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
“He llegado hasta el ateísmo intelectual, hasta imaginarme un mundo sin Dios. Pero ahora veo que siempre conservé una fe oculta en la Virgen María. Y en momentos de apuro se me escapa maquinalmente del pecho esta exclamación: Madre de misericordia favoréceme.
María es de los misterios, el más dulce. María es la sencillez, la madre de ternura, María, misterio de humildad y de amor, es el asiento de la sabiduría. Pasan imperios, doctrinas, glorias, mundos enteros y queda la eterna calma, la eterna virginidad, la eterna maternidad, el misterio de la fecundidad. Trono de sabiduría, ruega por nosotros”. (Miguel de Unamuno).
Presencia de María en la Familia. La familia cristiana, la familia marista, debe amar, honrar y sobre todo imitar a la Virgen María. Este amor y esta veneración hacia la Madre de Dios, la debemos expresar participando diariamente en la celebración del Mes de María, sea en el colegio o en la parroquia.
Honramos a María en familia cuando rezamos juntos el Rosario, la Salve, el Angelus, el Acordaos, el Bendita sea tu pureza… Estas oraciones no pueden caer en el olvido de la vida familiar. Familia que reza unida permanece unida.
María, como Virgen orante, es el modelo para nuestra oración familiar. María nos sorprende con una oración vivencial, aprendida en la escuela de la vida y de la fidelidad a Dios. Virgen orante aparece María en:
• La visita a su prima Isabel. Allí María abre su espíritu en exclamaciones de alabanza y de glorificación de Dios. El Magnificat es la oración por excelencia de María. De paso nos está diciendo a nosotros que orar no siempre significa pedir.
• Las Bodas de Caná, cuando manifiesta ante su Hijo una necesidad temporal, de unos novios en apuros. Y es una auténtica súplica porque María lejos de pedir y reclamar, pide un sometimiento claro a la voluntad de Cristo. “Haced lo que Él os diga”.
• En la Iglesia naciente, cuando perseveraba unánime en la oración con los apóstoles, en un ambiente de espera del Espíritu Santo. Es la presencia orante de María en la Iglesia primitiva y en la Iglesia de todos los tiempos.
Como miembros de la familia marista, a ejemplo de María, seamos presencia orante en nuestra Iglesia de Los Andes , en nuestro colegio y en nuestra familia.
Hagamos realidad lo que nos dice San Marcelino Champagnat: “Amen a María y háganla amar”.