Por: Jorge Peña Lucero, Comunicador Popular
Cuando íbamos al colegio estudiábamos la Historia de Chile, nos basábamos en lo que nuestros profesores nos contaban o lo que ilustraban nuestros antiguos libros, que poco tiene que ver con la tecnología y cantidad de información que se maneja en estos tiempos. Nos contaban que Chile había declarado la guerra al Perú y a Bolivia un 5 de Mayo de 1879; nos contaban que ese mismo día la escuadra chilena iniciaba el bloqueo del puerto de Iquique con la corbeta Esmeralda al mando del capitán Arturo Prat Chacón y la goleta Covadonga al mando de Carlos Condell. Aprendíamos que en una mañana del 21 de mayo de 1879 se enfrentaron en combate el acorazado peruano Huáscar, al mando del capitán de navío Miguel Grau Seminario y la corbeta chilena Esmeralda; nos enseñaron que el capitán chileno en medio del enfrentamiento saltó al abordaje del Huáscar quedando herido y luego muerto en la cubierta del acorazado. Mientras en la Esmeralda la tripulación chilena luchaba defendiéndose de la embestida del Huáscar sin mayor éxito. Luego de un tercer espolonazo, la Esmeralda comenzaba a hundirse lentamente junto a sus marinos, siempre con la bandera chilena izada hasta lo más alto, todo eso aprendíamos.
Hoy estuve leyendo un libro llamado “Historia secreta de Chile” del autor Jorge Baradit, tal como lo dice el título de su libro, revela la historia escondida detrás de eso que alguna vez aprendimos.
Nos cuenta que la batalla era de un buque acorazado con cañones y ametralladoras contra un barco de madera con marinos que usaban fusiles. Dice que cuando el Huáscar embistió con su estructura de metal, desastilló la madera vieja de la corbeta como si fuera un cuchillo quebrando huesos, acompañado de un ruido espantoso, llevando por delante a los marinos de la tripulación quienes se desangraban mutilados, que esos valientes marinos chilenos debían sacarse los zapatos para no resbalarse con la sangre que corría por la cubierta y así poder seguir luchando contra uno de los barcos más poderosos de la flota peruana.
Era una masacre, era una carnicería, era el siglo XX destrozando al siglo XIX un barco de madera contra un acorazado de metal, cañones fijos contra torretas giratorias, marinos que se exponían a cuerpo descubierto contra toda una tripulación protegida en su interior.
La historia dice que Prat, en un gesto heroico salta al abordaje en medio de la confusión, seguido en su aventura por el sargento Juan de Dios Aldea y el soldado de marina Arsenio Canave, este último oriundo de Los Andes. Pero en medio del humo avanza un cuarto hombre prácticamente desconocido, este marinero que salta desde la madera hacia el metal y pierde el equilibrio cayendo al mar, era Luis Ugarte que quiso pelear por su bandera chilena.
Prat, desesperado emprende el camino hacia la torre de mando donde estaba Grau, cuando de pronto se encuentra contra con el teniente Velarde, a quien le dispara tres tiro y lo mata siendo la única baja peruana. Sobre la muerte de Prat, éste recibe una bala salida desde la torre en una de sus piernas y luego recibe un fulminante tiro en la cabeza. Luego de su muerte Grau le da tiempo a la Esmeralda para su rendición, pero el oficial chileno Uribe y toda tripulación restante deciden luchar hasta el fin.
Finalmente un nuevo espolonazo del Huáscar hacia la corbeta la comienza a hundir, doce marinos chilenos se lanzan hacia la cubierta del acorazado para seguir luchando, siendo barridos casi de forma inmediata por el gran armamento peruano.
Este libro me hizo aterrizar la historia que en mi cabeza manejaba, una historia quizá un poco mágica y se convirtió en algo un poco más intrigante y real.