Por Nelson Soto Aguilera
Como consecuencia de los lamentables incendios ocurridos en el país, los cuales se iniciaron fines del año 2016, amplificándose estos en toda la zona centro y sur durante el mes enero, y que según expertos se mantendrían también durante el mes de febrero, se puede visualizar que esta catástrofe social y ambiental, costará muchos años para su recuperación, especialmente que la naturaleza pueda ofrecer ese paisaje fértil y verde que atraía a tantos turistas extranjeros y chilenos de la zona norte y centro, quienes en muchas ocasiones visitaron los lugares afectados hoy reducidos a escombros y cenizas, dejando un panorama devastador, cuyas imágenes televisivas se asimilan a un bombardeo aéreo ocurrido durante una guerra, siendo testigos como cientos de pobladores que obligadamente dejaron sus hogares para conservar sus vidas y las de sus familias, quedando en cada una de sus retinas solo las cenizas de años de esfuerzo y trabajo que les permitieron sobrevivir hasta ahora.
Este desastre no solo deja con los brazos cruzados a miles de compatriotas -que gracias a la inmensa solidaridad de sus hermanos de clase- les darán energía necesaria para volver a levantarse ante los embates de la naturaleza, solidaridad que no busca publicidad ni reportajes televisivos, expresiones que los canales de televisión y sus auspiciadores utilizaron de forma creciente y gracias a los cuales, tengo la certeza (por la cantidad de avisos comerciales y horas destinadas a la transmisión del dolor ajeno), les reportó más millones que los recolectados durante las campañas que estos mismos hicieron en los días en que se mantuvo álgida la información.
Esta solidaridad tampoco fue en busca de la reciprocidad, solo estuvo y está el deseo de ayudar al hermanos que sufre, especialmente a quienes han vivido la furia de la naturaleza de manera reiterada, así lo demuestra el caso de los chilenos que viven en Dichato, quienes hace pocos años sufrieron también las consecuencia del tsunami, donde el gobierno de turno no actuó de manera responsable e inmediata provocando en la población un daño irreparable no sólo a las viviendas de éstos sino en la pérdida de decenas de vidas humanas que podrían haberse salvado o evitado.
Pero al parecer la ciudadanía siempre se pregunta: ¿Quién es el responsable ante estos desastres?
Existen respuestas que apunta con el dedo a otros y no a nosotros mismos, y es así – frente a este desastre- que escuchamos diversas versiones sobre los responsables de lo ocurrido.
Algunos han indicado que esto es consecuencia de pirómanos; otros afirman que tiene que ver con las demandas del pueblo mapuche; algunos señalan que corresponden a actos terroristas; también que estos actos son provocados por las empresas forestales; unos cuantos indican que ocurrieron por el sistema eléctrico interconectado central y otros que apuntan a una supuesta desestabilización del gobierno, etc, etc… Aunque se decir que en casos aislados puede que tenga que ver con algunos de puntos antes planteados.