Por: José Ramón Toro Poblete, profesor Liceo Max Salas Marchán
Este domingo, los ciudadanos iremos a las urnas para emitir un sufragio y elegir un nuevo presidente de la República. Y, al parecer hay dos opciones. ¡Al parecer!
Si parto del supuesto que todos están bien informados o, que una buena porción de la población lo está y, que cada uno votará en conciencia, pasando por alto las odiosidades propias (e impropias) de las circunstancias electorales; el escenario que se aprecia es estresante. Votar A o votar B. Solo hay dos opciones.
Algunos tienen clara su opción, asunto tremendamente respetable y plausible. Otros no. Dudan y están inciertos. Ante este escenario replanteo y, me permito expresar que, en éstas circunstancias, moralmente no es aceptable Votar por el Mal menor. Es decir; votar por el candidato que el sufragante piense o crea, le hará un menor daño al país. Me explico:
Desde la perspectiva moral, el ser humano está llamado y siempre debiera tender a elegir el Bien y no el mal. Pues bien, si elige el mal menor (sea A o B) estará aceptando los males que traerá ese mal menor al país y, esto no es moralmente correcto pues, no solo acepta ese mal menor, sino que se hace partícipe, cómplice y colaborador de los males que traería ese “mal menor”.
Ahora bien, cada candidato, en sus propuestas, plantea una dimensión ética del hombre. Por ejemplo, uno frente a la justicia social y otro ante el desarrollo económico. Si estas dos visiones pudiesen ser subsumidas en una sola sería muy bueno pero, por las exageraciones de diferenciarse el A del B ambas se plantean como antagónicas. Es lo que el Papa Juan Pablo II en su encíclica Evangelium Vitae llamó Relativismo Ético (…)”que caracteriza muchos aspectos de la cultura contemporánea. No falta quien considera este relativismo como una condición de la democracia, ya que sólo él garantizaría la tolerancia, el respeto recíproco entre las personas y la adhesión a las decisiones de la mayoría, mientras que las normas morales, consideradas objetivas y vinculantes, llevarían al autoritarismo y a la intolerancia.”(…)
Pues bien, ante este relativismo ético estamos ante un A y un B.
Moralmente, ya escribí, no es aceptable bajo el principio que, el hombre siempre debe buscar el Bien, elija el mal menor, aunque esto lo deba y pueda decidir salvo en casos excepcionales, por ejemplo; cuando tenga que decidir inmediatamente (y no hay disponibles otras opciones al alcance de la mano) en casos o asuntos catastróficos, por ejemplo.
En efecto, aquí es donde moralmente, emerge válidamente una tercera o cuarta opción cual es el Voto Nulo o el Voto en Blanco. Y, esto no debiera ser ocasión de crítica o burla de un tercero cuando se fundamenta, en función del Bien, el por qué emitió un Voto Nulo o un Voto en Blanco. Tampoco y mucho menos, esto exime al ciudadano, con derecho a voto; quedarse en casa y no acudir a sufragar.
Aun así, con esta puerta abierta en el plano de lo moral, me permito citar un texto del Papa Francisco que prontamente nos visitará y que, nos invita a ser responsables y cívicamente maduros y comprometidos con nuestra sociedad y país: (…)”«de acuerdo con su conciencia cristiana” (…), «los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”; es decir, en la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común», que comprende la promoción y defensa de bienes tales como el orden público y la paz, la libertad y la igualdad, el respeto de la vida humana y el ambiente, la justicia, la solidaridad, etc.»(…)
No se trata de A o B, se trata de nuestro país y nación.
Que sea feliz.