Por Dr. Manuel Benavente
Obligado a hacer un trámite comercial, me fui a una oficina en un mall de Los Andes, en pleno diciembre, con pandemia al alza, y sin bono Covid, y todo alrededor era como en el mejor mes similar, de cualquier año normal anterior, sin crisis sanitaria, ni problemas económicos como los de ahora. En la experiencia, vi a mucha gente aglomerarse dentro y fuera de los locales comerciales, sin mantener la distancia social, y muchos con las mascarillas mal puesta, sin taparles la nariz, y a veces también, solo instalada bajo el mentón para cumplir con la ordenanza sanitaria. La locura de las compras navideñas en esos centros comerciales, al igual que en otros comercios de las diversas calles de la ciudad, eran la mejor expresión de que vivíamos una época de total normalidad y prosperidad colectiva, a pesar de todas las advertencias en contrario recomendadas por el Ministerio de Salud, de estar frente a un recrudecimiento del número de casos de contagiados, y los fallecimientos nuevamente en alza por Covid 19, y de ahí el llamado de la autoridad a tener una conducta responsable en estos días.
No puedo evitar pensar, ante la locura desatada, al igual que todos los años por las compras navideña”, esa angustiosa y sufrida compulsión que se adivina en los rostros de tanta gente atormentada, por la imperiosa necesidad de encontrar el regalo adecuado para cada destinatario. Imagino al verlos, que más allá de la genuina intención de muchos de agasajar a un ser amado, también habrá otros, quienes solo buscan el regalo por compromiso para quedar bien frente a alguien a quien no quieren tanto, o tal vez detestan, pero que es necesario mantenerlo contento en miras de una eventual, calculada ganancia de algún tipo, en un tiempo futuro. Pero ¿cómo se llegó a esto? me pregunto anonadado, ¿No es acaso la navidad una fiesta religiosa de la cristiandad, en todas sus vertientes, que celebra el nacimiento de la encarnación en la tierra del Hijo de Dios?, creencia, que es un avatar que nos trajo un mensaje profundo, un sentimiento, una fiesta esencial del alma humana ¿Cómo llegó esto, de un día para otro a ser una fiesta del consumo, de lo superfluo, de un impulso irracional de gastar por gastar?
Para dilucidar esto, inevitablemente pienso en la empresa Coca – Cola, que logró posicionarse como una necesidad y un ícono comercial del siglo pasado, usando los métodos científicamente avalados por el Instituto TAVISTOK de Londres, experto en manipulación mental e ingeniería social, capaces de conseguir que las masas “quieran”, “deseen”, “valoren”, y hasta estén dispuestas a dar su vida por aquello que “alguien” decidió de antemano por ellos, sin preguntarles ni siquiera la opinión por una bebida de fantasía que aún perdura se la impuso al mundo como un nuevo mito contemporáneo. Fue tanto así que transformaron la historia real del enjuto San Nicolás de Bari, y su vestimenta verde (Niklauss en alemán) que siendo gentil y querendón de los niños pobres, durante la navidades, para honrar en ellos la presencia del niño Jesús, lo cambiaron en la historia, por un gordo Santa Claus venido del polo norte, en un trineo de renos, vestido con los colores institucionales de la Coca – Cola, para regalar, no solo a los niños, sino a toda la familia y los conocidos, un exceso de regalos y otras costumbres, como las escenas que ahora vemos en diciembre, ¡Un éxito comercial total!. De ahí al mall lleno, solo existió un paso.
Como pecas pagas. Sigo divagando ¿Como nadie sabe realmente, en qué fecha nació Jesucristo, para imponer su fe y doctrina sobre los paganos, que celebraban los 25 de Diciembre, durante el solsticio de invierno en el hemisferio norte, la fiesta del Sol Invictus, que recobraba sus fuerzas en estas fechas, y volvía a imponerse sobre la larga noche boreal, inventaron que el nacimiento del Hijo de Dios, se produjo es este mismo día, para sobreponerlos , imponerlo y reemplazar finalmente esa conmemoración, por esta fiesta religiosa cristiana, una fiesta tan pagana ahora como la anterior, y así, de manera empírica, sin la metodología científica del Instituto TAVISTOK, pero igualmente eficaz, el cristianismo logró imponer su efeméride de la Natividad en el entonces mundo romano. Para qué decir de la cantidad de templos cristianos que se encuentran emplazados sobre las ruinas o los cimientos de templos nativos en nuestra América, porque a la llegada de esta religión a nuestro entonces nuevo continente, arraso no solo con sus bienes materiales, sino que también con todas sus creencias, tradiciones y cultura.
Pienso entonces, con un dejo de esperanza, que quizá Dios permita a cada uno de nosotros, disfrutar un breve momento de tranquilidad este 25, sentado en un sillón frente a las luces del arbolito, en el que ojalá aparte del Viejito Pascuero, contenga también, una hermosa estrella de Belén, y un pesebre como el que acompaño al niño Jesús entre sus ornamentos. Quizá entonces, en un breve instante, como una fugaz epifanía, nos llegue esa intuición de que en realidad lo más importante, no tiene precio, no se compra, y no se regala solo en esta fecha, y no se puede correr por los mall en busca de ella, y es esa certeza, de que la navidad es en realidad una fiesta del alma, del corazón, de los sentimientos, del amor por los demás, que nos enseñara con su testimonio de vida,, ese divino niño, cuyo nacimiento celebramos con tanta parafernalia innecesaria, solo por honrar el consumo y la perdida de la sensatez humana.