Por: Carlos Guajardo, académico de la Facultad de Educación de la U.Central
Hace algunos días atrás, el Ministerio de Educación dio a conocer los resultados del Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (SIMCE). No hay duda que muchos colegios en Chile esperan estos resultados que de una u otra forma les entregan la denominación de ser o no un establecimiento de excelencia. Esta prestancia a los ojos de los directivos, estudiantes, docentes y apoderados, permiten asegurar si la institución realmente está o no ‘enseñando como se debe’. Sin embargo, ¿es esta la intención del aprendizaje que se espera sostener en una sociedad compleja como la de hoy?
Pues bien, detrás de todo resultado positivo o negativo del SIMCE, para un determinado establecimiento educacional, están aquellas acciones previas y quizás ocultas como: preparar a los estudiantes -unos meses antes- con una suerte de nivelación exprés con tal que éstos puedan responder a todas las preguntas que ‘posiblemente’ aparezcan en los facsímiles de la evaluación; la presión de muchos directivos hacia sus profesores/as para que los resultados que se obtengan sean los mejores de la comuna, y ni hablar del estrés al cual sometemos a los niños/as y jóvenes días antes de la evaluación nacional, que lo único que hacen es desencadenar estados de ansiedad y nerviosismo.
El SIMCE se encuentra hoy en manos de la Agencia de la Calidad de la Educación, una entidad autónoma encargada de velar por el acompañamiento de la mejora de los aprendizajes y de la calidad de la educación en los colegios de Chile. Afortunadamente, el rol que actualmente está desarrollando, permite entrever que más allá de los resultados cuantificables que puede arrojar este sistema de evaluación nacional –SIMCE– hoy también interesan, los indicadores vinculados con el desarrollo personal y social de nuestros estudiantes, es decir: la autoestima académica, la convivencia escolar, los hábitos de vida saludable y la participación y formación ciudadana. Estos, son a mi juicio los elementos que deben primar si queremos mejorar los resultados del aprendizaje de cada uno de los estudiantes en Chile. Si tenemos un niño/a que se encuentra desmotivado en la escuela o que simplemente no se alimenta de manera saludable ¿acaso no tendrá una repercusión en cómo este alumno aprende en la escuela y para la vida?
A partir de los resultados entregados por el MINEDUC, en cuanto a la autoestima académica y la motivación escolar, esta vez favorece en mayor medida a las mujeres; lo que hace precisar la necesidad de trabajar la motivación escolar en los hombres. Respecto de los hábitos de vida saludable, bajos fueron los resultados para II medio. El clima y la convivencia escolar, arrojó una importante brecha socioeconómica en 4º y 6º básico, así como II medio, por lo tanto, será necesario afianzar los programas de convivencia escolar en los establecimientos más vulnerables. Finalmente, en cuanto a la participación y formación ciudadana, se hace necesario brindar mayor fomento en la participación de las mujeres de II año medio.
Frente a los aspectos obstaculizadores y facilitadores del SIMCE, se hace imperiosa la reflexión, para determinar si en un futuro próximo seguiremos sometiendo a los estudiantes chilenos a este tipo de evaluación. Si los establecimientos educacionales son capaces de demostrar que sus alumnos/as pueden generar instancias de aprendizaje a partir de una: sana autoestima, una motivación en el aula de clases y una convivencia escolar enmarcada en los principios de la institución, quizás podríamos llegar a pensar en un sistema de evaluación nacional distinto al que hoy se ofrece.