LA PAZ ES IMPOSIBLE SIN UN CAMBIO DEL CORAZÓN

LA PAZ ES IMPOSIBLE SIN UN CAMBIO DEL CORAZÓN

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Hno. Angel Gutiérrez Gonzalo

Por: Hno. Angel Gutiérrez Gonzalo

“La guerra y la paz, el mal y el bien los llevamos dentro”. “El corazón es la sede de la guerra y de la paz”.

Quienes colaboran más eficazmente en la transformación de la sociedad y, consecuentemente, en la construcción de la paz son las personas transformadas “convertidas”.

El Papa San Juan XXIII en su famosa encíclica “Pacem in terris”, de 1963, escribe: “La paz no puede darse en la sociedad humana si primero no se da en el interior de cada hombre”.

El Papa San Juan Pablo II, con motivo de la Jornada Mundial de la Paz de 1984, titulaba su mensaje: “La paz nace de un corazón nuevo” y decía: “La guerra nace en el corazón del hombre, porque es el hombre quien mata y no su espada o, como diríamos hoy, sus misiles… Si los sistemas actuales, engendrados en el corazón del hombre, se revelan incapaces de asegurar la paz, es preciso renovar el corazón del hombre, para renovar los sistemas, las instituciones y los métodos de convivencia”.

La paz es imposible sin un cambio del corazón. Se trata de renunciar a la violencia, a la mentira, a la intransigencia y al odio que llevamos dentro. Se trata que nos convirtamos en unos seres solidarios y fraternos, que reconocen la dignidad y las necesidades del otro, buscando la colaboración con él para crear un mundo de paz.

Para conseguir la paz, ¿qué es lo más necesario: el cambio de las estructuras sociales y políticas o el cambio del corazón humano? Las dos cosas son necesarias. No cambiarán las estructuras si no cambia el corazón de la persona, y el corazón del ser humano difícilmente cambiará si no hay un cambio profundo en las “estructuras de pecado” que dominan el mundo (Cfr. Sollicitudo Rey Socialis). Hoy más que nunca el mundo pide y necesita PAZ.

Pidamos insistentemente al Señor nos otorgue su paz para derramarla en la tierra. Seamos agentes pacificadores doquiera estemos: en la casa, en el colegio, en el lugar de trabajo, en la calle. Con mucha fe digamos a Jesús:

“Danos la paz que promete tu Evangelio, aquella que el mundo no puede dar. Enséñanos a construirla como fruto de la Verdad y de la Justicia”.

María, reina de la paz, ruega por nosotros.

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