Por: Mario Méndez Allendes, MédicoVeterinario. Lic. Gestión Ambiental
Si bien es cierto la sorpresa e impacto de ver en los medios de comunicación y redes sociales el incendio que afecta a la selva amazónica de Brasil, con imágenes satelitales proporcionadas por la NASA, fotografías penosas de árboles nativos completamente quemados y animalitos muertos por el desastre, la verdad es que a nadie debiera resultar una sorpresa esta gravísima devastación que con sus más de 1000 incendios provocados por el hombre, condiciones climáticas propicias afecta a un territorio cercano al tamaño de Francia y que afecta a un 20% del total de la Selva Amazónica. Y que hoy se extiende a Perú, Bolivia, Paraguay.
Hoy nadie puede argumentar que no existe el cambio climático, a partir de la acción antrópica que han provocado efectos devastadores en el mundo entero con precipitaciones inusitadas en algunos territorios, aumento de la temperatura de océanos y del aire con el consecuente derretimiento de los glaciares del Polo Norte y Sur, sequías que arrecian con las economías de todo el mundo, entre otros efectos.
Paradojalmente, la comunidad científica alertaba desde 1992 en la Cumbre de Rio de Janeiro, Brasil, hace 27 años de los peligros de la actividad industrial y que el cambio climático ya se empezaba a manifestar por lo que era necesario establecer protocolos a escala global para contener el daño ambiental, social y económico. En ese evento participaron todos los países del mundo y sus gobernantes. De ahí surge el Protocolo o Agenda 21 suscrita por Chile cuyo principio orientador era el de “A problemas globales, soluciones locales”.
Se empezó a hablar entonces, sobre la necesidad de disminuir los gases de efecto invernadero, de proteger la capa de Ozono, cuya destrucción provoca daño en las personas y animales por la penetración de rayos ultravioleta, siendo Chile uno de los países más afectados. Se habló de la deforestación de la selva amazónica y de la necesidad de su protección considerando su condición de “pulmón verde” para toda la humanidad, que proporciona de oxígeno, biodiversidad en flora y fauna, protectora de comunidades indígenas, que aún se mantenían en condición natural y de equilibrio.
¿Qué ha pasado en estos 27 años para que la situación haya empeorado al grado de estimar que en los próximos años la temperatura de la tierra aumentará en más de 2 a 3 grados Celsius provocando un daño irreparable a las personas y al medio ambiente?
Está claro que los gobernantes y la industria contaminante nunca tomaron en serio las advertencias de la comunidad científica e irrespetaron de manera absoluta los convenios internacionales o lisa y llanamente no fueron firmados por los países poderosos del planeta para proteger su sacro santo sistema económico devastador y antihumano.
La situación de la Amazonia hoy es crítica. Se cree que estos incendios fueron provocados por agricultores y ganaderos brasileños que, al amparo de un Presidente que dio señales políticas de ninguna preocupación por el medio ambiente, se salieron de completo control. Esta práctica habitual y primitiva para ganarle espacio a la selva, talándola para luego prenderle fuego y así poder instalar haciendas ganaderas y cultivos agrícolas es la misma práctica que en el siglo XIX y principios de los XX devastó la Patagonia Chilena, por la ambición y codicia humana sin límite.
Esta locura debe parar, sino la muerte de la madre tierra será la antesala de la extinción de la humanidad en medio del sufrimiento principalmente de las comunidades más pobres que ya son víctimas de la catástrofe. Como muestra el ejemplo del daño económico y social irreparable que sufren los pequeños ganaderos de las Regiones de Coquimbo hasta O’ Higgins, que ven cómo su patrimonio de ganado menor desaparece en medio de la inoperancia estatal para resolver la grave emergencia.
Miles de cabezas de ganado caprino, ovino, bovino y otros mueren de hambre por la falta de agua y alimento; al tiempo que otros cientos de miles de hectáreas sembradas de cultivos agrícolas no producirán esta temporada con el consecuente desastre económico para productores y trabajadores agrícolas.
Luego vendrán los incendios del periodo estival ya conocidos por nosotros en los últimos años con su secuela de destrucción medio ambiental, económica y social.
¿Qué hacer ante un panorama tan nefasto?
Está claro que el modelo desarrollista neoliberal es parte importante del problema y, por lo tanto, se deben implementar políticas de desarrollo sustentable y quedarse en el papel los acuerdos para reducir emisiones contaminantes, regular y controlar de verdad a la industria del agro y ganadera, a la industria minera y manufacturera.
Por otro lado, lograr verdaderos niveles de toma de conciencia y acción de las comunidades es vital para proteger a los territorios de la acción de la especie más dañina y autodestructiva que ha conocido la tierra: la especie humana.
Planta un árbol, riégalo y cuídalo
Protege a tus mascotas, dale cariño, alimento y salud.
Protege la flora y fauna nativa.
Recicla, reutiliza y reduce los residuos.
Reduce el consumo de energía en el hogar.
Cuida el agua, no la derroches ni ensucies.
Organízate y participa en tu barrio para realizar acciones de protección ambiental, limpieza de microbasurales, forestación y recuperación de plazas y plazoletas.
Defendamos nuestro río Aconcagua y montaña de la acción contaminante.
Participa y elige bien a tus autoridades, exígele el cumplimiento de promesas Ambientales.
Logremos que el Cajón de Juncal se declare Santuario de la Naturaleza.
¡Ahora es cuando! ¡A proteger nuestro medio ambiente!